¿Aviones sin niños o adultos sin memoria?


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Sobre la posibilidad o conveniencia de fletar aviones vetados a los “niños” o con áreas separadas entre familias y los demás pasajeros ya se venía hablando en los últimos meses. Es algo así como otorgar en el tráfico aéreo a los niños y sus familias en una condición intermedia entre el pasajero de primera y las mascotas que van en la bodega.

Diversos estudios parecen abrir una puerta a la demanda de este “servicio” entre numerosos pasajeros, algún que otro destacado blog de viajes aboga por esta opción y, en una linea argumental parecida, se ecuentran otras opiniones blogueras que valoran positivamente la promoción de la creciente tendencia de los llamados hoteles free child esto es, hoteles libres de cualquier rastro de niños de los que ya tratamos  en FamiliasenRuta.

Recientemente la compañía aérea de bajo coste Ryanair lanzaba un globo sonda anunciando su intención de ofrecer este tipo de vuelos. Finalmente todo ha quedado como otra más de las inocentadas desinformativas que nutren su estrategia de marqueting. Lo peor de todo es que en su caso la noticia era perfectamente creible. 

¿Aviones sin niños o adultos sin memoria?

No pocos partidarios de esta especie de apartheid blando basan sus opiniones en alguna experiencia traumática que han sufrido en algún vuelo. Las diez horas más horribles de mi vida, podría ser el título común de estos relatos. Una experiencia terrible: pasarse horas sin poder descansar y al borde de una neurosis a causa de los llantos de uno o varios niños. Niños histéricos y padres irresponsables que dejan que los pequeños aporreen los asientos delanteros o que incluso los animan a ello.

Historias que marcan una vida sobre terribles niños-hooligang poniendo en riesgo la seguridad del vuelo, capaces quien sabe si algún día de secuestrar uno y exigir cajas enteras de galletas de chocolate y que la aeronave ponga rumbo inmediato a Eurodisney a cambio de liberar a la tripulación.

Estas voces opinantes aclaran en todo momento que ellos no son ogros anti-niño (respiramos tranquilos). Sus conclusiones están basadas en hechos reales...vividos y sufridos por ellos. A mi también me gustaría comentar mi increíble experiencia. No llevo la cuenta pero diría que mi número de vuelos durante toda mi vida se acerca o supera ligeramente los cien. Lo increíble digo, es que no he tenido ni un solo problema con ningún niño en ningún avión. Nunca.

Con nuestra hija de tres años hemos volado dieciocho veces incluyendo dos viajes transoceánicos. Normalmente encontramos sonrisas cómplices entre el pasaje y a las azafatas bastante consideradas con nosotros. Hemos pasado momentos geniales mirando juntos las nubes, el mar o las montañas desde el cielo. Volando con niños lo habitual es tener prioridad tanto a la hora de embarcar como a la hora de llegar en la cola de la aduana.

Sin embargo no siempre es tan divertido, recuerdo que en uno de los vuelos desde San José a Frankfurt nuestra hija pasó las dos primeras horas bastante intranquilas. Intentamos calmarla tratándole de hacerle ver en todo momento que tenía que guardar el respeto por otros viajeros. Os podéis imaginar el mal rato que pasamos, pero nadie se quejó de nada y la cosa no pasó de ahí. Mi hija pasó el resto del vuelo tan plácidamente.

Cualquiera que tiene hijos sabe lo duro que puede ser por momentos “encerrarlos” en un espacio tan reducido como el de un avión. La mayoría inmensa de los padres lo pasamos fatal si nuestro hijo/a nos está molestando o, peor todavía, está molestando a otros pasajeros. Puede ocurrir perfectamente que el niño tenga fiebre, esté pasando por una otitis o que le estén saliendo los dientes o... Todo el mundo entenderá que no por ese motivo vamos a dejar de coger nuestro vuelo.

En todo caso me da la sensación de que en la mayoría de ocasiones no existen grandes problemas provocados por niños. La mayoría de los pasajeros entienden que un vuelo en avión es la mejor ocasión para practicar esa virtud tan cacareada del respeto y la tolerancia hacia los demás entendiendo en cada momento las circunstancias o condicionantes del viaje de cada uno.

Parece que para algunos en esta sociedad los niños solo puedan estar encerrados en los colegios o confinados en los parques. Es como si los niños fueran personitas destinadas a hacernos pasar un ratito agradable con sus monerías para poder ser después desonectados a voluntad con un interruptor.

Qué manía con prohibir todo lo que no nos gusta. Yo en aviones he tenido que soportar a alitósicos, a lectores de periódicos de ultraderecha, a personas vociferando su vida por el móvil, a telespectadores de los entretenimientos televisivos más descerebrados o, lo prometo, a personas cuya principal distracción en el vuelo era urgarse la nariz...y no por eso pido aviones libres vuelos de estas personas a las que de vez en cuando me toca soportar.

Una cosa está clara y nadie la niega: que los padres deben velar porque sus hijos no molesten o lo hagan en la menor medida posible. Lo que es impresentable es que se intente argumentar en contra de la movilidad de las familias o que se intente coartar o prejuzgar a los niños. Algunos parecen olvidar que los niños son personas y ciudadanos con todos sus derechos y que merecen todo el respeto.

Así que además de injusto y de tener todos los visos de ser ilegal lo más triste de la pretensión de vuelos sin niños es que parece que sus peticionarios han olvidado de que ellos algún día también fueron niños a los que tuvieron que aguantar sus padres y a los que hoy además tenemos que aguantar todos.

Familias en Ruta
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