El tiempo, no lo vemos pero lo sentimos, no lo compramos pero lo deseamos o desechamos, no lo vemos pero lo perdemos, a veces nos resulta largo otras corto. Seguro que este inicio de setiembre se ha dejado notar para muchos envueltos en un sinfin de horarios y ritmos frenéticos que poco o nada tienen que ver con nuestro tempo y nuestras necesidades.
Lastimosamente será según donde nazcamos, según la família, según la escuela, la cultura... que se nos permitirá llegar a nuestros aprendizajes con más o menos tiempo, con tranquilidad o con prisas, a nuestro ritmo o a un ritmo impuesto. El mundo globalizado ha propagado el progreso (aceleración) como icono a seguir pero también, desde hace veinte años, ha difundido el Movimiento Slow por todos los rincones
Sabemos y notamos que las prisas generan malestar y tanto los niños como los abuelos tienen, afortunadamente, grandes dificultades para adaptarse al alejarlos de sus necesidades básicas. Pero la insatisfacción de vivir en alta velocidad resulta insoportable cada día para más gente. El malestar se manifiesta en los adultos, que perdemos la alegría genuina, la plasticidad, el frescor y la transparencia, y nos volvemos grises y saturados.
Es hora de respirar, tomarse una pausa. Pisar el freno a esta sociedad que nos precipita a un ritmo sin pausa y tomar conciencia.
DESACELERAR LA FAMILIA
El monstruo del tiempo acelerado nos tiene encadenados a horarios laborales extensos, agendas repletas de actividades para los padres e hijos, interminables actividades extraescolares que ahogan a los niños privándoles del tan importante juego espóntáneo y desestructurado, ... Además ya sea por no poder estar o por el miedo de los adultos al aburrimiento que no permitimos al niño explorar el mundo a su propio ritmo y generamos más estres.
Estar con niños es siempre una oportunidad de cambio, una oportunidad para encontrar la llave que abre la cadena a la que estamos prisioneros. Reencontrar juntos el valor al silencio y la reflexión, tiempo para estar, para escuchar.
Si la familia va deprisa, cuando las dificultades aparecen las aplazamos con un "ya hablaremos por la noche, ahora no hay tiempo, llegamos tarde a básquet". El niño pequeño se quedará atónito, él vive el presente y hablar de ello más tarde no tendrá conexión con su vivencia. Hace falta tiempo para atender en lugar de tapar, para aceptar en lugar de compensar. Conocerse a si mismo, comunicarse, también es algo que se aprende poco a poco.
ESCUELA LENTA
Ya se nos olvidó que el origen de la palabra escuela, que viene del término griego eskolé, era el tiempo de recreo o de diversión, hoy en cambio es un lugar de aprendizaje a contra reloj.
Al aminorar la marcha escuchamos voces que dicen que “perdemos el tiempo” que nuestros hijos no llegarán lejos, no serán competitivos, no conseguirán los resultados pronto, no aprenderán muchas cosas y pronto. Si cuando son niños ya no le damos tiempo para ir experimentando y descubriendo lo que les rodea a su ritmo y gusto, ¿cuándo lo harán?
Y a quien nos mire mal sirva el eslógan de “Vamos lentos porque queremos llegar muy lejos”. Tan lejos como es la vida emocional de todos los que convivimos, tan lejos como hacia la autonomia de todos los integrantes, tan lejos como el aprendizaje de calidad, tan lejos como ...
Liberar a los niños del culto a la velocidad significa más libertad, fluidez, aprender con placer, dar tiempo para crear e imaginar. Cuando damos el tiempo que el niño necesita, llega a hacer aquella cosa que no le gusta, no le sale, porque tiene el tiempo para volver a empezar, para volverla a probar sin miedo a equivocarse o al fracaso porque no tiene que llegar a un resultado concreto. Al no tener tener que competir con nadie empiezan a ser ellos mismos, sin máscaras, muestran sus intereses, su tiempo sin miedo ni angustia al no saber hacer.
Una escuela lenta la reconoceremos al tener entradas y salidas relajadas (flexibilidad a la hora de entrar con tiempo para mirar, hablar, abrazos...),no estar obsesionados por los resultados y permitiendo que cada niño adquiera los aprendizajes a su ritmo y no en un tiempo fijado, lo importante será la profundización en los conocimientos no la acumulación de estos sin poder entenderlos, libertad para poder elegir donde ir, con qué material jugar, con quien compartir, cuanto tiempo permanecer en el lugar siendo conscientes de sus intereses, será un lugar donde se favorezca el juego y la interacción lejos de competir. Sobretodo encontraremos adultos disponibles, que escuchan y satisfacen los intereses de los niños, que se acercan a los niños sin prisas ni gritos, sin ordenes generales, buscan su altura y hablan tranquilamente con actitud alegre y amable.
Y donde encontramos escuelas así? Pues haberlas ailas aunque no demasiadas y nos encantaria poder ir aumentando estos ejemplos de España y otros paises, así que si conoces alguna nos puedes escribir un comentario y dejaremos que el rastro del caracol se extienda, sutil y lentamente:
En Bilbao la escuela Xixupika slow center, espacio de juego libre
En Gijón el Colegio Andolina, fundado por una cooperativa de familias
En Barcelona la Escola dels Encants,
En Sant Gregori (Gerona) la Escuela Gira-Sol
Escuelas Reggio Emilia en Italia
Finlandia es el país número uno en el Ranking de educación según el Estudio Pisa y los niños empiezan a los 7 años, tienen menos exámenes, deberes y horas de clase que en el resto.
Más información:
Entrevista virtual Joan Domenech y Carl Honoré