Trabajo de doula y asesora de lactancia, freelance. Estábamos en el año 2009 y de repente llegó la crisis y el miedo y mis clientas desaparecieron.
Siempre me ha encantado viajar y ya lo había hecho con mi hija antes así que, ante estar regalando mis ahorros al dueño de la casa que habito o viajando, no hubo duda alguna.
Marina estaba en la escuela en P5, una escuela donde no me pusieron ningún impedimento para que desapareciéramos de noviembre a mayo…YUUJJJUUU!!!
Tenía la experiencia de otro viaje a Brasil con ella dos años atrás. En esa ocasión habíamos viajado hasta Buenos Aires a visitar una amiga que estaba enferma. En avión hasta Porto Alegre y el resto por tierra. Así que no tuve miedo y ahí fuimos
20 de noviembre del 2009.
Primera parada Frankfurt: huyendo del frío nos vamos al norte, paseamos un rato y nos comemos un frankfurt entre risas. Günter, un amigo de un amigo nos acogió en su casa y nos hizo muy fácil el ir al aeropuerto y podernos aclarar en Alemania, donde ni por asomo soy capaz de entender los carteles!
22 de noviembre Segunda parada Salvador de Bahia.. Los abuelos de Marina son bahianos y ahí nos quedamos los primeros 15 días visitándolos, dejando que se reconocieran, ya que se han visto tan poco. Fuimos perfectamente acogidas en su casa donde pudimos volver a comer las mil variedades de pescado y cangrejos que se cocinan en Cacha Pregos, en la Isla de Itaparica. Maravillosos viajes en lancha que me recordaban el tiempo que viví allí. Fantásticas playas, todo en un pueblito chiquitín; perfecto para una niña. Algún día fuimos a Salvador a visitar amigos y el zoológico, con un montón de especies tropicales y raras para nosotras: tapires, etc. Paseo por Rio Vermelho visitando la casa delos pescadores donde se puede ver la imagen de Jemanjá con todo de ofrendas en forma de muñecas…En esos días visitamos Itacaré, una bellas playas donde nos encontramos a otros viajantes españoles. De ahí conseguí localizar a mi amiga que se ha comprado un terreno en pleno quilombo, un lugar de aquellos a los que sólo se llega así por casualidad. Una especie de África en Brasil, todos de la familia un bosque de mata atlántica y mi amiga en medio…playas maravillosas las que quieras y más. Vimos tucanes y todo tipo de animalillos, por suerte no vimos ningún escorpión de los que me contaban que había. La otra gran aventura de estos días fue la ofrenda a Oxum, la diosa de las aguas dulces y del amor. Hay una fiesta de candomblé en el que todas las mujeres y los hombres se visten de blanco y salen bailando y tocando tambores hacia la playa con los presentes que le van a dar a Oxum, de la playa salen muchas barcas mar a dentro para lanzar los regalos al agua.
16 de diciembre 2009. Destino Bolivia, de la playa a la montaña, del verano a la primavera eterna, pasando por el calor del Pantanal…Mi objetivo, despedir el año en Cuzco. Nos fuimos en avión hasta Campo Grande, ahí habíamos contratado un hotel con anterioridad, me daba un poco de nervios salir a la aventura de estar fuera de gente conocida… De campo Grande recuerdo el típico pueblo de interior de Brasil. Grande pero donde nunca pasa nada y menos dos españolas, una mayorcita y la otra de cinco años. En la plaza las chicas estaban pintando caras de niños y se arremolinaron a preguntar, con ganas de saber, de que les cuente como es españa…De Campo Grande al día siguiente fuimos hacia Corumbá en autobús, travesando el Pantanal vimos grupos de Capivaras a lo lejos y una especie de ciervos con grandes cuernos. Nuestra principal dedicación en este viaje fueron los animales, así como puedes viajar visitando museos o lugares pintorescos, por ejemplo, desde que viajo con mi hija me he hecho una gran experta en el mundo animal. Marina justo empezaba a escribir así que íbamos escribiendo los nombres de los nuevos animales que descubríamos y los dibujábamos. Cuando llegamos a Corumbá ya era un poco tarde, había que cruzar la frontera de salida de Brasil, cruzar el pueblo, ir a la estación de bus urbano, coger un bus a la frontera, cruzar la frontera y buscar donde dormir en Puerto Suarez, así que no nos detuvimos mucho por ahí.
Puerto Suárez era un cambio radical, otro mundo, otro olor, los cerdos andando por la calle. Brasil, aunque sea en los pueblos de interior tiene otra arquitectura y otro estar más urbano. Aquí reviví mi primer gran viaje, cuando descubrí el mundo muchos años atrás en la bella Nicaragua. Encontramos un lugar limpio para dormir y fuimos a la busca del tren de la muerte para llegar en él a Santa Cruz de la Sierra. Pero… eran las vacaciones de Navidad y había un montón de jóvenes estudiantes bolivianos que volvían de vacaciones en Brasil, y un montón de trabajadores emigrantes bolivianos que volvían a su tierra a pasar las Navidades en familia. Así que la noche que íbamos a pasar ahí se transformó en cuatro días en un lugar chiquitísimo con una humedad ambiental impresionante y en plena canícula. Intentamos pasar los días lo mejor posible haciendo pequeñas salidas por el Pantanal y paseando por el mercado. Marina, la- que- nunca -quería -bañarse, lloraba por una ducha! De paseo en un pueblo cercano probamos el cocodrilo…una exquisita experiencia! Cuando al fin salió el tren estuvimos una noche hasta bajar en San José de Chiquitos, aún Bolivia caliente. Ahí pasamos unos días conociendo la zona con unas señoras que estaban de visita también con las que nos juntamos. Ellas nos mostraron la aldea infantil SOS, un lugar hermoso donde viven los niños huérfanos en famílias de cuatro o cinco hijos con unas madres que les cuidan y les quieren.
Seguimos pues viaje con ganas de llegar a Cochabamba, donde nos van a recibir las hermanas de mi amiga Lidia, para pasar las navidades juntas. De nuevo el tren a Santa Cruz y después un bus. Cochabamba es una ciudad ya en los Andes, de noche hace frío y de día el clima es primaveral, la llaman la ciudad de la eterna primavera. En el patio de los Rioja pasamos unos días lavando ropa y jugando. Llega la Navidad y la pasamos acogidos por esta familia maravillosa. Incluso Papá Noel nos alcanzó para dejarnos algún regalito chiquitín y transportable fácilmente. En Cochabamba es muy bueno ir al mercado a tomar jugos y todo tipo de fruta, muy barato y bueno. También se pueden comer todo tipo de comidas en las caseritas, que así se llaman los barcitos que hay. Se puede aprovechar para ir a l cine, y en general a todo lo que es costoso aquí. Bolivia tiene la ventaja de ser muy barata al cambio, así que aunque tu presupuesto sea muy limitado ahí siempre se puede hacer cualquier cosa… Los niños entran gratis al cine y ver Avatar en un cine de madera como los de antes para luego comer un alote en una parada en la calle de cena es algo digno de ser recordado. Aproveché también para proveerme de lecturas ya que ahí hay muchos libros baratos y ropa de invierno para la llegada al altiplano. Miriam me llevó a las chicherías y a comer chorizo a un pueblito pintoresco de la montaña. Con Maria y Miriam estuvimos también en la casa que tienen en el campo recogiendo maíz y paseando por el campo. Ellos son campesinos que se han ido a la ciudad pero que mucho de lo que consumen se lo producen aún ellos mismos en su casa. Maria, que es dentista le arregló las caries a Marina.
Me entraba la prisa y al mismo tiempo ya había descartado llegar a Cuzco por fin de año, ahora me conformaba con llegar a la Isla del Sol… La próxima parada sería La Paz, con la intención de estar poquito. Encontrar hostal en La Paz no es tan fácil como parece y estuvimos andando un buen rato con la maleta a rastras. Al final encontramos un lugar bastante cutre en la calle Jiménez, una travesía de la calle de las brujas. Digamos que la Paz está preparado para turistas que buscan en su mayoría la aventura, hay de todo, desde bajar en bicicleta por la carretera de la muerte que desciende 3600 metros en 64 km. Y otras cosas parecidas. Con Marina y para no variar nos fuimos al zoológico, renuncié a ir hasta el Titicaca por fin de año y decidí que nos quedaríamos hasta el dos de enero, ya que ahí el fin de año no es poca cosa, todos se emborrachan mucho y vale la pena esperar no sea que el conductor del bus aún esté bebido en 1. Así que el día 31, sin conocer a nadie en La Paz habíamos comprado billetes de mentira para empezar el año contando dinero como dicen los bolivianos que hay que hacer y en la esquina de la calle de las brujas encontré a Paty, una vieja amiga boliviana a quien había perdido el rastro como siete u ocho años atrás. Pues ella había vuelto a vivir a La Paz y estaba justamente comprando una mesita (las mesitas se queman en unas ofrendas que se le hace a la Pacha Mama) para pedir ayuda en su proyecto aprovechando el eclipse de luna y la luna llena. Y ahí fuimos, las tres gritamos a la luna nuestros mejores deseos para el año que venía, felices alrededor de un fueguito. Felices de habernos encontrado en esa ciudad inmensa de dos millones de habitantes, sin contar El Alto que tiene otro más. En esta ciudad caótica que es la más alta en la que había estado y que tiene toda esta magia andina. Más tarde cenamos con la familia de su novia, una familia de músicos que se la pasaron cantando canciones andinas hasta altas horas de la noche. Marina durmiendo en una habitación, nosotros cantando y riendo. Fue un fin de año que no voy a olvidar. Por supuesto no nos fuimos. Paty se encargó de llevarnos a Tiahuanaco de la mano de su tío, gran conocedor de la arqueología boliviana donde quedamos sorprendidas (más bien yo) por la precisión de sus tecnologías y la antigüedad de sus ruinas. Sus piedras parecen estar hechas de cemento de lo lisas que son, y parecen ser de una tecnología mucho más avanzada que las incaicas, estas más modernas. Por lo visto la cultura inca derivó de la cultura Tiahuanaco. Pasamos unos días en el barrio de Paty Marina jugando encantada con sus sobrinos y yo encantada también de poder charlar y recordar viejos tiempos de actividades compartidas en la otra punta del mundo. De la mano de Paty conocimos también El Alto, impresionante ciudad suburbio donde llegan bolivianos de todos los lugares en el proceso de urbanización mundial que sigue sin parar, ciudad de mil mercadillos y mercados, de mil sombreros y colores de los diferentes indios andinos: quechuas y aymaras, con sus prendas típicas de los diversos lugares de Bolivia. Con sus caras tan curtidas por el sol y sus bolas de hoja de coca deformando sus caras.
Había que marchar y lo hicimos aunque sabiendo que volveríamos. Ya que nuestra ruta se replegaba en cualquier momento y había que volver atrás para poder llegar a Uruguay en febrero. Mi amigo Ro y sus dos nenes, ex.compañeros de piso en Barcelona nos esperaban en Montevideo para pasar el mes de febrero juntos...que ganas de reencontrar-les!
Una familia viajera que nos precedió nos dejó una hermosa carta en Cochabamba aconsejándonos no perder La Isla del Sol y quedarnos en el Norte, en el hostal Pacha Mama. A esta familia también la encontraríamos en Uruguay.
La Isla del Sol fue nuestro destino: Llegamos a Copacabana, otra ciudad rellena de turistas. En este caso viajeros argentinos jóvenes. Estudiantes de vacaciones. Una llama para subirse y posar en las fotos. Artesanos por doquier con quienes conversar un ratito. La ciudad rebosaba, había un pasacalles con hermosa y alegre música. Ya habíamos comprado los billetes para por la mañana ir en barco a la isla. Y el lago. Un lago que es un mar, hermoso y brillante como el sol. En el barco Marina encantó a todas las chicas argentinas, “que nena más linda y viajan solas, que bueno, vienen des de Brasil!".
En la Isla del Sol fuimos al Norte, y buscamos la pensión Pacha mama, a la vera de la playa, dónde juegan los niños aymaras, pasean las ovejas y las mujeres hacen la colada. Un lugar maravilloso, y la posada más apartada. Dormir nos costaba 10 bolivianos a las dos (al cambio un euro), las mesas estaban afuera con viastas a la playa. Marina pasaba el día correteando en la playa y yo de maravilla con la libertad de estar charlando y saber que marina está bien.
Las mejores truchas del Titicaca las cocinas en esta posada, donde los dueños son amables y sencillos. Del Norte hicimos alguna excursión a las ruinas incas y visitamos el museo en el que hay resto encontrados en una expedición arqueológica submarina realizada al fondo del lago.
Después de unos días compartiendo con diversos argentinos porteños en su mayoría además de con Cris, el alemán viajero; nos subimos a la barca de vuelta para Copacabana.
Pero pasando por el Sur de la isla, donde el barco efectúa una parada, Marina y yo tuvimos un pronto y nos bajamos. Que escaleras y qué escalones! Encontrar posada estaba difícil pero finalmente conseguimos que nos colocaran unos colchones en una sala vacía en una de las posadas. Un par de chicas argentinas, Lujan y Vane, estaban negociando para que les dejaran dormir a ellas, y, aunque no querían al final les convencí a las caseritas que podíamos compartir en cuarto. Con Luján y Vane hicimos buenas migas y nos aventuramos camino arriba hacia el Trono del Inca, dónde encontramos una chiquilla que nos contó su versión de la historia de las ruinas por un módico precio. Agotadas comimos nuestra última trucha del Titicaca a la luz de las velas, ya que en el sur de la isla no había luz eléctrica. Romántico aunque peligroso por lo empinado de los caminos y las precarias escaleras...
El mejor cielo del mundo se ve desde el lago Titicaca cualquier moche, especialmente si no hay luna. Esta fase del viaje, fue,con creces en la que sentí la libertad de viajar más acentuada, ya que estábamos en unos lugares totalmente nuevos para mi y marina, los andes son hermosos y tienen una fuerza que te entra muy hondo.
Al lado de la felicidad de querer pasar el resto de la vida viajando, tomaban vida mis dudas sobre ir o no a Cuzco, si ir tirando para Uruguay... Llegando en Copacabana descubrimos que habían unos viajes turísticos en los que ibas pasando por Puno unas horas y con excursión incluida a las Islas flotantes de Totora. Como no hay otro modo de ir hasta allí vale la pena conocer a estos indios aymaras que llegado el imperio Inca resolvieron subirse a sus islas y desaparecer en el lago. Y allí siguen, aunque el espectáculo sea tristemente turístico.
En el bus íbamos con Lujan, que se animó a venir con nosotras y con Cris,el alemán viajero, con quien nos encontramos de nuevo. Llegados a Cuzco buscamos un hostal juntos y encontramos un buen lugar,muy bien de precio, céntrico y limpio. Se llama hostal Trebol y se encuentra en la calle Kiskapata, subiendo por la Resbalosa des de la Plaza de Armas. Cuzco me emocionó, a Marina no tanto, demasiadas subidas y caminadas. Tomamos un boleto turístico en el qu van incluidas las entradas a diferentes ruinas y museos cercanos a la ciudad. Maras, Pisaq, Sacsayhuaman, Moray, Calca y alguna otra de la que he olvidado el nombre. Estuvimos días andando esas ruinas incas, desayunando dónde nuestra caserita en el mercado de San Pedro y visitando y visitando bajo la lluvia que no paraba de caer todos esos días. A pesar de la abundancia de turistas los cuzqueños siguen siendo gente muy amable y sencilla. Aprovechamos para probar en ceviche, ya que ahí acababa nuestra aventura peruana. En asemblea familiar decidimos dejar el Machu Pichu para otra ocasión en la que tuviéramos las piernas más largas y más dinero.
Así que con Luján emprendimos el viaje de vuelta. A Cris le dejamos con intención de ir a Chile, donde llegó y estuvo mientras el terremoto; por suerte lejos del lugar en que tembló la tierra. Con Luján fuimos hasta La Paz, ahí nos despedimos y la dejamos subiendo a un autobús en dirección a Argentina de nuevo, a reemprender su vida después de estas inolvidables vacaciones. Lujan y Marina se habían hecho muy amigas. Fueron despedidas emotivas, de aquellas que no sabes hasta cuando te volverás a encontrar o si lo harás alguna vez. Ese camino juntas nos permitió conocernos bastante, por suerte hoy con el facebook y estas cosas lo de viajar se hizo distinto y es fácil mantener el contacto, a pesar de tanta distancia. Fuimos a ver a Patty y sus sobrinos y despedirnos también. Aprovechamos nuestra última comida en Los Andes para pedir filete de llama y aumentar así nuestro conocimiento gastronómico. Y volvimos hacia Cocabamba donde habíamos dejado parte de las cosas en la casa de los Rioja. Unos días más allí, unos empastes un las muelas de Marina (gracias al angelito Maria, que por suerte es dentista y muy dulce) y ya nos embrancamos camino a Santa Cruz, parando en plena selva en Villa Tunari. Allí recibimos los calores tropicales del Chapare, que,viniendo del frío en Cusco y La Paz, nos alegró. Todos los hostales en Villa Tunari tienen piscina, así que la alegría de Marina fue mayúscula esos días. Un amigo gran conocedor de Bolivia nos había recomendado mucho la visita del parque ecoturístico Machia que allí hay http://www.intiwarayassi.org , en el que se pueden ver monos y panteras en estado de semi-libertad. A este lugar llegan animales que han sido rescatados de la mano de traficantes ilegales y les cuidan y reintroducen en la selva si es posible.. Es posible andar por el bosque y tener a los monos bien cerca y tal vez ver alguna pantera de lejos. Para los niños es genial.
Seguimos camino hasta Santa Cruz, donde íbamos a quedarnos hasta poder coger nuestro avión (el segundo y último del viaje) a Asunción. Es una ciudad grande y tropical donde hay bibliotecas y salas de exposición. Había varias actividades infantiles y también podía pasarse uno mucho rato en la plaza mirando la gente pasear. marina hizo un amigo allí, Lua,hijo de una artesana brasileña que se hospedaba en el mismo lugar que nosotras. Se entendieron super bien, así que nos juntamos bastante. La característica más interesante de La Paz, para nosotras era buscar Perezosos en los árboles, y los encontramos!
Acababa nuestro periplo boliviano y comenzaba el siguiente viaje. Hay que saber que,para salir de Bolivia en el aeropuerto te cobran. Nos costó salir ya que habíamos gastado nuestros últimos bolivianos, pero al final lo conseguimos...uf!
Siempre he querido conocer Paraguay y esta ha sido la oportunidad de hacer un pase rápido para echar un vistazo. Al mismo tiempo me daba cierto respeto. Recuerdo en mi primer viaje a Brasil como nos decían en Foz de Iguazú que Ciudad del Este era muy peligroso, que en Paraguay todos iban armados y que si pasábamos allí sería peligrosísimo para nosotros.
Así que llegamos a Asunción en un avión sin saber nada de nada. Buscamos un autobús al centro y empezamos a andar a la búsqueda de un lugar dónde dormir. La dificultad aquí és que sólo hay hoteles y luego hay casas de huéspedes donde te quedas en la casa de las gentes. Fuimos a dar en la casa de una doña bien en el centro,muy limpio y agradable lugar. Asunción, al contrario de lo que me esperaba es una ciudad de gente blanquísima y europeísima. Los precios también son europeos, la casa de huéspedes costaba 20 euros la noche por persona. A pesar de esto, comer es muy barato si sales de los restaurantes bien puestos y comes en pequeños locales caseros.La mejor carne de res que nunca he comido fue en Asunción y la Sopa paraguaya, la única sopa sólida del mundo, también es muy recomendable y sin productos animales. Al día siguiente fuimos al otro lado del río, en Asunción pasa el río Paraguay, un gran río de estos que sólo ves en América, y unas barquitas lo cruzan todo el rato. Llegando al otro lado estás en otro país, en un país rural de tierra roja con vacas y caballos.La gente de repente habla guaraní y tiene los ojos negros. Vale la pena cruzar y comer en una caseta de comidas con ellos.
Ya nos fuimos porque el presupuesto para dormir no nos llegaba a tanto. La dirección Cascadas de Iguazú. Marina había visto mis fotos de otra vez que había estado y le había gustado mucho. Así que decidí llevarla. Camino de Ciudad del Este me siguió sorprendiendo Paraguay por lo limpio y bien colocado que estaba todo en el camino, las casas bonitas, la carretera perfecta...viniendo de Bolivia tal vez lo vi más rico cuando yo esperaba encontrar un país bastante roto y abandonada. Será su olvido lo que le permite vivir tranquilo y bien? En Cuidad del Este cruzamos la frontera, esta era ya la sexta vez que cruzábamos una frontera. decidimos quedarnos en Puerto Iguazú, la ciudad argentina.La otra vez yo había estado en Foz, la ciudad brasileña y realmente es mas bonito Puerto. No es un buen momento `para visitar las cataratas de Iguazú enero, te encuentras con todos los turistas locales, que están veraneando. No hay lugar en los hostales. Al final encontramos uno con plazas y con piscina! Camino a las cataratas se coge un tren y hay multitud de coatíes que se acercan pidiendo comida a la gente, también vimos infinidad de mariposas de diferentes tamaños y medidas, pajaros de colores, tortugas, lagarto overo, uno de los mayores del mundo,parecido a un pequeño cocodrilo pero con la lengua bífida de las serpientes. Vimos miles de cataratas pequeñas y fuimos hasta la plataforma más cercana a la gran caída de agua.A pesar de la muchedumbre la fuerza de ese agua es tanta que nos sentimos limpias y energéticas por bastante tiempo después de haber estado allí. Es un lugar al que, tanto Marina como yo queremos volver una y otra vez, no sé cómo había podido olvidarlo.
Vistas las cataratas no había más nada que hacer ahí, así que me puse en contacto con mi amigo Ro para avisarle que estábamos camino de Montevideo, buscamos un bus hasta la frontera, luego otro y finalmente llegamos el día 1 de febrero por la tarde. Qué emoción cuando nos reencontramos! Los nenes y Marina estaban tan felices! Nuestra vida en Uruguay fue de meras vacaciones en familia. En Montevideo estábamos en la casa del Ro y la Irina, haciendo vida normal, cocinando para ocho y sacando los perros de paseo. Llegamos a tiempo para ir con Gaby a la fiesta de Yemanyá, la diosa del mar, Orixá africano venido con los esclavos y a quien se les celebra mucho en Uruguay, así como en Brasil, Cuba y otros lugares con gran sedimento afroamericano. Miles de personas en la playa lanzando flores blancas al mar, miles de velas prendidas en la arena de la playa. Un hermoso espectáculo. Montevideo es una ciudad muy grande y muy desértica, hay muy poca densidad de población y eso se nota en los barrios con la poca presencia de coches,es un buen lugar para que los niños puedan jugar en la calle con mucha seguridad. Los sábados había un mercado ambulante y se llenaba la calle de gente y puestos. En Montevideo pasamos también los carnavales, bailando en las ruas y viendo la gente bailar en un auténtico espectáculo, a lo brasileño pero con chicas de toda condición, edad y tamaño. Plumas por doquier, banderas, la mama vieja... que viva el candombe! Hay también que ver las murgas, unos conjuntos de música no profesionales que ensayan todo el año con letras que resumen de modo sarcástico-humorístico algún aspecto del año traspasado. Un hartón de reir. Vale la pena, a pesar que como extranjera me perdí la mitad del significado. Los niños van igual y, aunque no es un espectáculo para ellos, hay muchos niños, mucha tolerancia hacia ellos y se la pasan rebién jugando por la zona cerrada.
Pasamos unos días en un balneario con la familia viajera los inuits, él es un amigo uruguayo de los que ha vivido des de pequeño en Barcelona. Estaban pasando el verano austral en una caseta de unos familiares y nos invitaron a pasar unos días. Disfrutamos de la playa atlántica, vimos los leones marinos, comimos asado y ñoquis y por supuesto tuvimos unas magníficas sesiones de conversación y cartas...
Después de eso otros días los pasamos en Aguas Dulces y Valizas, de nuevo con la familia de nuestros amigos. En Aguas Dulces en la Chacra de Marta, una chacra en medio del campo, con mosquitos por doquier, fueguito por la noche y excursiones a la playa en carro de caballo. Algún otro día de carnaval en Valizas, dónde se reune una buena cantidad de gentecilla más hippy y alternativa. Allí pasamos una noche de miedo en una pequeña barraca de la playa, con una tempestad eléctrica impresionante y asustadora.
Marina y yo nos escapamos un día hasta el Cabo Polonio. Fuimos en autoestop, allí es fácil que te pillen y no hay muchos autobuses. A Marina le encantó y me proponía de ir hasta Bahia en autoestop... El cabo Polonio es muy hermoso, se pueden ver leones marinos muy cerquita y en su ambiente; comer buñuelos de algas y para llegar hasta allí hay que subir a unos camiones de todo terreno para cruzar las dunas. Una aventura muy recomendable para nenes y no tan nenes.
Los últimos días los pasamos con Gabi en una cacha en el interior, con piscina y un caballo tan domésticos que hasta se nos metió en la cocina! Un lujo poder pasar todo este mes con tantos amigos queridos...pero había que emprender vuelo ya que la rutina iría a empezar para ellos, la escuela, el trabajo...con mucha pena nos despedimos y empezamos ya a cerrar el círculo volviendo hacia Bahia poco a poco.
El primer objetivo en Brasil fue Laguna. Laguna es una ciudad en el estado de Santa Caterina, sur de Brasil, dónde hay una gran laguna de agua salobre que se une con el mar por un canal estrecho y profundo. Es un lugar ideal para la vida humana, ya que hay gran cantidad de pesca y se pueden fondear los barcos. Al mismo tiempo es un lugar ideal para los delfines que encuentran un lugar seguro de las corrientes para vivir y asimismo gran cantidad de alimento por el calor de las aguas. Encontramos un asentamiento de delfines y otro de humanos. Hasta ahí bastante normal, lo que pasa es que en Laguna las personas y los pescadores empezaron a pescar de manera simbiótica, os pescadores esperan la llegada del delfín, delante de este vienen los pescados escapando del depredador. Alguno lo come el delfín, algún otro, en su huida, cae en las redes de la gente. Laguna está bastante preparada para el turismo porque tiene diversas playas grandes, puedes ir al canal a ver los delfines y si tienes suerte los verás saltando y haciendo sus acrobacias por gusto y no porque hayan estado amaestrados para ello. La gente de Laguna es sencilla y agradable, les han puesto nombres a los delfines y los conocen personalmente. Una maravilla imperdible. Estuvimos allí cerca de una semana, no queríamos irnos. Marina y yo las dos somos enamoradas del mar y sus animales, y des de el inicio del viaje estábamos esperando llegar a Laguna. Estuvimos parando en una casita de alquiler chiquitina para las dos. La dueña nos trató muy bien y nos sentimos en nuestro hogar los días que pasamos allí. Un buen paseo es pasar un rato en el otro lado del canal, desde donde se puede ir a la playa (si hace bueno). Allí alquilan casitas de madera muy bonitas frente al mar, me propuse volver algún día a pasar un mes al menos en una de esas casas. Otro lindo paseo es el Farol de Santa Marta, un pueblito, Santa Marta dónde en julio se pueden ver ballenas, donde los amantes del surf tienen unas buenas playas para practicar y dónde se pueden visitar los Sambaquis, unas estructuras prehistóricas gigantescas hechas de conchas y con diversas inscripciones y símbolos, donde enterraban a la gente. No hace falta hablar del pescado que comimos estos días.
La siguiente para fue Florianápolis. La lástima de nuestra entrada en Brasil fue el tiempo, que fue lluvioso casi todo el tiempo. En Laguna nos pilló alguna tormenta y el Floripa había un ciclón en el mar, así que de playa poca, aunque tal vez haya sido mejor así, para no tostar-nos demasiado en los meses que nos quedaban de litoral brasileño en el camino.
Florianópolis es una isla preciosa, con una laguna en el centro, bosque de mata atlántica, cascadas y un mar inmenso que se extiende alrededor. Muchos brasileños alternativos van a pasar allí algunos años de sus vidas, algunos se han quedado para siempre. Aunque seguramente hoy día no es la isla virgen que fue hace sus veinte años, en que comenzaba todo esto del turismo allí. Nosotras ni paramos unas horas en la ciudad, fuimos derechas de la estación del bus al bus que nos llevaba a Barra da Lagoa, nos alojamos en un hostal donde había bastante gente artesana y viajeros. La cocina era comunitaria y cada noche cenábamos todos juntos. Fuimos de paseo y nos encontramos con Edu, un catalán. Nos entendimos bien y finalmente como él estaba con Carlos juntos en un apartamento nos mudamos con ellos a pasar esos días juntos. Fuimos de excursión a Lagoa, un pueblito chiquitín de cuatro casas con buenas cascadas y al que para llegar hace falta ir con barco ya que no hay camino.
Con Marina en Barra da lagoa, visitamos el projecto Tamar. El projecto Tamar recoge tortugas heridas y las cura, después las suelta al mar de nuevo. Es un proyecto de conservación y educación ambiental que está extendido por todo Brasil y hacen una importante tarea educativa y de trabajo en la comunidad. Del anterior viaje a Brasil con Marina conocíamos también el espacio de Arembepe, en Bahia.
Al hacer tan mal tiempo no nos animamos a quedarnos mucho más en Floripa pero si quisimos conocer la isla más en su extensión, así que nos alquilamos junto con Edu un coche con el que dimos la vuelta a la isla huyendo del ciclón aunque sufrimos sus consecuencias:
Mi mama condusia el cotxe,entonses se metio en el baro.El Edu i mi mama intenavan sacar el coche enpujándolo. Yo les ayudé. Mi mama llevaba el bikini rojo. Entonces intentando sacar un palo asieron venir un toro. Mi mama io i el edu nos comensamos a reir muxo!
Pues eso, finalmente conseguimos sacar el coche del lodo, llenos de barro de arriba a abajo y con una buena aventura por contar. Al llegar a la carretera asfaltada pudimos ver en una parada de bus una pintada que decía: FIM DO MUNDO.
Volteando la isla y ya al día siguiente sin ciclón encima encontramos unos huesos de ballena que la corriente marina había arrastrado hasta la playa, no pudimos llevar las vértebras, que eran demasiado grandes pero si nos llevamos uno pequeño, tal vez un dedo?
Habíamos quedado en Porto Belo con Carlos, hacia allí fuimos una vez devuelto el coche. Encontramos un youth hostel con habitaciones para cuatro. Porto Belo es un poco demasiado turístico para mi gusto. Edu se quedó allí mientras que nos fuimos con Carlos a Curitiba para de allí ya coger el bus en dirección a Atibaia, dónde nos esperaba Jéssica en casa de su madre. Marina quería celebrar su cumpleaños en la casa de Jéssica así que íbamos con un poco de prisa.
En Curitiba sólo encontramos sitio en el hostal más cutre que he estado jamás, por supuesto que dormimos en nuestras sábanas de viaje y vestidas...las paredes eran de madera y no sabías que animal podía salir de ellas, toda la noche se escuchó la televisión del vecino. Para ser Curitiba la ciudad moderna y ecológica de Brasil fuimos a dar al peor sítio. Pero bueno, estas cosas pasan cuando el presupuesto es bajito. Hay un bus turístico que recorre la ciudad, y decidimos subirnos a uno. Nos llevó a lindos lugares que hay en la ciudad: el parque del bosque de Hansel y Gretel, con la casita de chocolate llena de libros y unas brujas simpatiquísimas que cuentan cuentos; la torre panorámica, toda acristalada desde donde te sientes planeando la ciudad, el jardín botánico, que parece de otra época y con hermosas plantas tropicales; la ópera de arame, construida en metal y con lagunas llenas de tortugas. Merece la pens visitar el mercado, dónde puedes encontrar todo tipo de verduras, quesos y granos. Curitiba es una ciudad planeada, con un sistema de autobuses muy moderno e innovador. Valió la pena aprovechar ya hacer la parada allí. Al día siguiente nos despedimos de Carlos, así que dejamos atrás a los amigos catalanes que conocimos viajando. Un par de soles en el camino. Después de un viaje cansado llegamos a Atibaia, donde nos esperaba Jessica con un pastel!! Marina cumplía 6 años!!!
Atibaia es una ciudad del interior de Sao Paulo. Cada vez que viajo al interior de Sao Paulo me impresiono de lo bonito que es, parece que no pueda ser posible siendo tan cercano a esa ciudad gigantesca que te absorbe en sus entrañas de caóticas calles con caravanas inmensas, anchas aceras llenas de gente que pasa sin cesar y quilométricas calles que tienen un mecánico al lado del otro durante cientos de metros o una tienda de bisutería al lado de otra...como si fuera una ciudad gremial de la edad media llevada al absurdo en inmensidad. Sea como esa, esta vez obviamos Sao Paulo, parecía que inicialmente iríamos a estar un par de días pero al final no pudimos quedarnos en la casa y sólo pisamos la terminal de bus de Tiête, con nada que envidiar a los mayores aeropuertos del mundo.
Atibaia es otro mundo, una cuidad de interior tranquila y pueblerina; donde el mayor atractivo es tirarse en parapente de su montaña de piedra, a Pedra Grande. En un par de días nos despedíamos de Jessica sin saber hasta cuando.
Cuantos encuentros y cuantas despedidas...
Yendo dirección a Rio, donde nos esperaba la querida Dandara, decidimos pasar unos días en la playa. Aprovechar esta costa tan linda que se extiende entre las dos principales ciudades del país. Yo conocía Boiçucanga de un anterior viaje, así que nos inclinamos por hacer caso a Jéssica e instalar-nos en Trindade.
Seguía lloviendo y nosotras cargando una tienda de campaña inútil...no pudimos instalarnos en el camping y tras buscar bastante ya que los precios en Brasil se asemejan cada vez más a los españoles, dimos con una casa en la que alquilaban una habitación, al final del pueblo. Era un rincón hermosísimo nuestra terraza, con vistas al bosque y colibríes volando por todos lados.
A pesar de la lluvia fuimos de excursión hasta unas cataratas cercanas, la ventaja de la lluvia en tierra tropical es que refresca! Y puedes ir en bañador, así tu ropa no se moja. A Marina le hacía mucha gracia...Además los mosquitos no pican cuando llueve!
Desde Trindade hay salidas bonitas para hacer y una playas de ensueño. La siguiente parada fue Parati, la ciudad inundada. Allí paramos en un hostel regentado por un catalán muy agradable. La ciudad es preciosa y se inunda con la marea, hay playas muy bonitas cerca. Es un buen lugar para hacer un campamento base y de allí moverse por los alrededores. Aunque nosotras no íbamos a quedarnos mucho, nos esperaba Rio, la gran Rio de Janeiro.
Llegar a Rio, encontrar a Dandara, conseguir llegar a la casa fue un poco difícil pero valió la pena. Nos quedamos en la casa en que paraba nuestra amiga, que llevaba allí unos meses viviendo.Nos añadimos bastante a su cotidiano y paseamos por los parques de la ciudad, cruzamos la bahia hacia Niterioi para poder ir al Museo de Arte Contemporáneo. Vale la pena ir ya que puedes ver des de allí lindas vistas de la ciudad y de sus ventanas quedas bien encima del agua. Por supuesto fuimos al Pao de Açucar. La verdades que nos quedamos bastante en el barrio porque al estar en un barrio residencial apartado de la ciudad nos dificultaba las salidas el tener que pillar varios autobuses y recorrer durante horas la ciudad. Es recomendable parar en el centro, en otro viaje anterior en el que fuimos Marina y yo a Rio nos habíamos quedado en Botafogo y todo quedaba mucho más a mano, la verdad.
Aprovechamos para celebrar el cumpleaños de Marina por segunda vez y para darle mi regalo, que aún no había podido comprar. Aquí en Rio estaban Judith y Clara, las compañeras de Dandara,que se quedaron con marina y así pude hacerme una escapadita a por él, los globos, las velas...
Dejamos de ir esta vez al jardín botánico a ver los monos pero los buscamos en otro parque cercano, que parece un bosque, con sus árboles tipo Avatar y todas estas cosas hermosas que tiene la naturaleza exuberante del trópico.
Tras unos días de calorcito, paseos, charlas ,samba y feijao nos volvimos a despedir, cuantas despedidas!!
Y nos embarcamos hacia Bahia, el presupuesta había ido menguando bastante. Los transportes estaban bastante más caros de lo que yo recordaba y me empezaba a urgir dejar de pagar por dormir...
Paramos en el primer pueblo de Bahía, llamado Mucurí. La verdad que el lugar era un poco feo, es lo que tiene ir viajando sin guía. A veces descubres lugares bellos y no pisoteados por el turismo, otras ciudades anodinas tipo Lloret de mar a lo brasileño. Después de investigar descubrimos un paseo interesante y didáctico por el interior del manglar. Había una pasarelas con indicaciones de qué animales se pueden ver y daba para hacer una bonita excursión. Al día siguiente probamos suerte con Nova Viçosa, ciudad aún más de veraneo sin playas especialmente bonitas. Para unos días que no nos llovió! Parece que en Nova Viçosa hay que ir en julio, que es cuando se avistan las ballenas. Hay una buena infraestructura de barcos que entran hacia el interior del mar para ver a las ballenas.
Al día siguiente no había más que marcharse. Hacía poco que había conocido el couchsurfing, y estuve intentando surfear en Arraial d’Ajuda, que fue la siguiente parada. Parece que no tuvimos suerte al contactar pero si al buscar hotel, ya que estuvimos alojadas en el hotel Vi verde, muy limpio y con piscina.
Arraial es una ciudad chiquita al lado de Porto Seguro. Las playas son muy lindas y tiene una infraestructura turística bastante espectacular, incluso tiene una calle llamada Broadway! Bueno, demasiado para mi gusto...Las playas son muy bonitas, aunque quedan bastante lejos del pueblo, y para cuando has subido la colina querrías estar abajo de nuevo y poderte refrescar. De allí fuimos hasta Caraíba a pasar es día. Por el camino nos encantamos con la visión del Monte Pascoal, el primer monte que vieron los portugueses cuando llegaron a la costa de Brasil, y que por fin ha vuelto a sus verdaderos habitantes: los Pataxós. Los indios Pataxós son guerreros que han luchado y siguen luchando por sus derechos y por mantener su cultura en el Brasil actual. Caraíba era un pueblito pescador chiquitín entre el río y el océano, hasta que hace unos años se empezó a construir allí para hostales y segundas residencias. Por suerte su construcción ha sido absolutamente respetuosa con el medio y las playas se mantienen casi vírgenes. Sigue siendo un lugar de aquellos en los que te perderías días y días. Cerca hay una reserva indígena de los indios Pataxós, que a veces se dejan caer por el pueblo para vender sus artesanías. Visitamos también Trancoso, este lugar sí ha sufrido una transformación asombrosa, hace no tantos años me indicaron de ir allí, un pueblo de pescadores con hippies instalados en el paraíso, pero a día de hoy (o ya de ayer, ja,ja) se ha convertido en una ciudad museo, con restaurantes y hostales muy bonitos y exclusivos... Por lo menos conocimos a una hippi de las de antes, una señora de más de 50 años con mucho para contar.Fue una agradable conversación playera! En la playa de Trancoso puedes comer langosta sin salir de la arena, ya que los nativos pasean vendiendo comida y esta es una de las comidas que ofrecen!
Finalizaban los días de Arraial, Porto Seguro y nos esperaba Ilheus.
Como gran leedora de Jorge Amado siempre he querido visitar su tierra. Llegamos ya de noche y con dificultad encontramos un lugar donde pasar la noche con la mala suerte que por la mañana, al salir de la ducha resbalé en unos escalones que había y me caí de espalda.
Por suerte me pude levantar, Marina se pegó un susto enorme, y aquí acabó el viaje de placer en Ilheus. Fuimos a buscar un autobús que nos devolviera a la isla, donde al menos iba a poder reposar y alguien se haría cargo de Marina, de sus comidas y de la cotidianidad en general. Así que nos subimos al primer autobús lleno de pasajeros hasta el tope y con un dolor....
En la Isla descansamos, Marina se encantó con su abuela, su tía y toda su familia. Se la llevaban a recolectar cangrejos y a la playa o al parque mientras yo me recuperaba. Por suerte no fue nada y en una semana estaba todo bien...
Ya estaba por terminar nuestro viaje. Ya hacía tiempo que nos faltaba menos por volver que el tiempo que llevábamos viajando estando sintiendo las otras tierras. Marina a ratos se añoraba de sus amigos y sus abuelos. Yo empezaba a escribir cosas,ideas para mi trabajo. realmente el viaje estaba llegando a su fin...
De todos modos el último mes fue super aprovechado. Nos separamos Marina y yo por primera vez en seis meses durante cinco días. Yo tenía un encargo para hacer en la Chapada Diamantina y no veía claro ir con Marina. Como allí hay muchas serpientes venenosísimas me daba cierto miedo que viniera, ya ves tu. Después de haber estado andando en el Pantanal que está lleno de cocodrilos...Así que se quedó con su abuelita en la isla mientras que yo me iba a hacer mi encargo y de paso visitaba unos amigos y me caminaba una trilha hasta la Cachoeira del Mosquito. Volver a la Chapada fue revivir el otro viaje que no hicimos y que podríamos haber hecho. No el viaje viajero de caminante que cada día abre los ojos en un lugar nuevo y se baña con agua diferente...sino aquel viaje que habría hecho a contactar con las parteras tradicionales, a conocer en profundidad un lugar hermoso hecho de magia y amor, a que Marina recorriera esos caminos con amigos de más de una semana de antiguo.
Mientras yo estaba en La Chapada parece que Marina vio un reportaje en la televisión que hablaban sobre esta zona. Transcribo la conversación que tuvimos, la encontré en un viejo mail y aún hoy se me cae la baba: mama, he sabut que a la chapada hi ha un lloc on la gent es tira i coves. Tu pregunta on es i si t´ho saben dir doncs hi vas.
Como crecen los niños viajando. Marina salió de Barcelona con todos los dientes de leche y volvió sin dos de ellos, salió leyendo su nombre y volvió leyendo tebeos en portugués, por supuesto que la ropa ni le iba, y además aprendió un mundo de cosas, vio gentes de diferentes ropas e idiomas que viven en lugares tan dispares como los valles andinos,las islas flotantes, las costas tropicales y los indios sertanejos.
Ya de vuelta y tras unos días en la isla que se alargaron debido a las grandes lluvias e inundaciones que estaba habiendo en todo el Recôncavo de la Bahia de Sao Salvador. Por suerte no fueron tan graves y hubo pocos muertos. Unos meses antes había habido graves inundaciones con desprendimientos de tierra en Rio y había sido un desastre a nivel de vidas humanas perdidas.
La isla, por eso, no se inunda, como mucho la playa empequeñece, lo que no hubo fue lancha para salir, teléfono ni internet durante días. En cuanto pudimos volver a salir nos fuimos a hacer las dos últimas visitas que nos quedaban.
Durmimos en salvador para poder salir pronto, en la casa de Thais, que conocí en la Chapada. Nos pasearon con un buggy por la Cidade Baixa y conocimos rincones de la ciudad que no son tan accesibles si no estás con alguien de la zona. Por la mañana fuimos a la Rodoviaria a por el bus hasta Palmeira dos Indios, una ciudad en pleno sertao brasileño. El sertao es una zona semi desértica, la fuente de la mayoría de la emigración interior brasileña hacia las ciudades. Es una zona muy grande que ocupa gran parte del interior de Bahía, Alagoas, Pernambuco, Paraíba, Rio Grande do Norte y Piaui.
En medio de esos campos áridos viven unos indios llamados Kiriri. Tengo varios amigos que allí viven y fuimos de visita. No sabía si se acordarían de mi ya que además iba sin avisar pero fuimos muy bien recibidas, tanto por nuestros amigos como por el cacique y el segundo pajé. Todo un honor. Ellos tuvieron una gran lucha de años viviendo en el mato, siendo nómadas para poder reivindicar su tierra,donde los blancos habían instalado un pueblo, este pueblo se llama Mirandela. Finalmente ganaron y se les devolvieron las tierras, con las casas y la iglesia que se había construido allí.
Marina estaba encantada, se había traído un frisbee para compartir y enseguida todos los niños del pueblo se habían juntado. Nuestra casa da a la plaza así que estábamos en un inmejorable lugar para hacer amigos. También los nenes hicieron películas con mi cámara de fotos y yo aproveché para usar las pinturas de rostro que había comprado con intención de ganar algún dinero y había arrastrado miles de quilómetros en la mochila. Mientras Marina jugaba con sus nuevos amigos y se encantaba con la idea de estar con los indios, yo me la pasaba conversando con mi amigo Ademar, con Eremita y con Louro. Esta gente hermosa que me ha enseñado tanto.
Estuvimos el sábado por la noche allí, la noche de su ceremonia sagrada en que danzan el Toré mientras cantan canciones en su lengua original, que ya han perdido para el día a día pero aún vive en los cánticos. Estoy muy agradecida al destino,la suerte o lo que sea, que me permitió en su momento conocer a los indios de forma personal y poder entablar una amistad con ellos. Estoy muy contenta de haber podido traer a Marina conmigo para que ella también los conozca y aprenda de su forma de ser y vivir la vida. No hay otra forma de entrar en sus reservas que no sea el haber sido invitada.
Qué alegría haber vuelto. A veces viajamos y dejamos atrás a gente que no volvemos a ver. Y está bien, es así. Forma parte del viaje. Pero cuando la vida te da la oportunidad de volver es otra cosa porque te están esperando y aprovechas hasta el último segundo por si no hay una tercera vez...
Bueno, se me llenan los ojos de lágrimas recordando pero al final nos fuimos, con mucha pena, pero nos fuimos. Era final de abril y en una semana estábamos de vuelta en casa.
No nos fuimos a la isla porque antes había que visitar a Fanny. Fanny es una pallasa maravillosa que apareció en salvador cuando yo vivía allí,con su hijo Pedro. Y tánto le gustó que ya llevaba seis o siete años sin haberse vuelto a argentina. Vivía en una casita chiquitita al lado de la playa en Jauá, un pueblito a veinte minutos de Salvador, en la Estrada do Coco. A la hora de desayunar venían siempre los micos (unos monos chiquitines) a comer de la fruta que les daba, estuvimos muy entretenidas. Pasamos unos días allí con ella, la playa y sus amigos de todos lo tamaños.
Cada vez quedaba menos, a estas alturas nos quedaba una semana que Marina pasó entera con su familia, aprovechando a jugar con su primito Artur con quien se super amigaron. Yo me eché alguna escapada a Salvador a ver algunas gentes que se me habían quedado por ver: Ricardo, la persona que me acogió mi primera vez, una especie de primo brasileño en quien se puede confiar y que me ayudó muchas veces cuando vivía en Salvador. El otro Ricardo con quien no pude quedar pero el azar nos juntó en un autobús (allí en un autobús urbano te puedes pasar una buena hora de un lugar a otro de la ciudad, así que casi es mejor que tomarse un café para poder charlar tranquilos! Una compras de algún regalito especial y ya de vuelta a la isla a preparar las maletas.
El último día lo pasamos en una fiesta de cumpleaños de la tía abuela de marina, con samba y diversión. La despedida fue muy emocionante y triste...de allí mismo ya nos fuimos a buscar el barco y el taxi que nos llevaría al avión que nos llevaría a Frankfurt donde cogeríamos el otro avión que nos llevaría a Girona, donde nos recogería Eva y Nuria nos traería unos canalones para cenar y Eva nos llevaría a casa.
Marta Corominas
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