- Espere, por favor...
No cabe duda de que uno de los elementos más comunes y casi definitorios de las escuelas del mundo entero son los libros de texto. Unas escuelas tendrán comedor y otras no, unas tendrán uniformes y otras no, pero lo que permanece casi constante son los libros de texto. Llevan ahí muchísimo tiempo y por tanto nos parecen un pilar esencial del proceso de enseñanza y aprendizaje, pero ¿realmente lo son o deberían serlo?
A continuación te enumero nada menos que 10 argumentos a favor, pero a favor de mandarlos al cajón de la historia, donde deberíamos desterrar a todas aquellas cosas que hacemos por inercia, porque “siempre se ha hecho así”, pero sobre todo porque no nos planteamos si existe una alternativa mejor.
Un solo libro ya vale unos 30€, y se requieren para casi todas las asignaturas, ¡que no son pocas! Y ya si se trata de más de un niño, para la familia puede llegar a sumar un precio difícil de asumir, porque por si fuera poco cada vez es más difícil que los hermanos pequeños hereden los libros de los mayores, ya sea por cambio de editorial, de edición o porque se trata de libros de ejercicios. Si hay algo que sobre son excusas, los editores se las ingenian para que no sea fácil reutilizarlos.
Además, una vez se ha hecho el esfuerzo económico viene el eterno dilema: si se utiliza poco y/o no se acaba, parece que se ha comprado en vano; y si se utiliza desde el inicio hasta el final… ¿de verdad los alumnos han asumido todo lo que se les ha querido transmitir, o se ha ido tan deprisa que no les ha dado tiempo?
Son pesados, muy pesados, y tienen que transportar varios de ellos todos los días en la mochila. Es muy evidente lo negativo que puede ser llevarlos a la espalda, pero es que incluso llevándolos en carrito se está haciendo un esfuerzo en la espalda, el hombro, la cadera… que ningún médico recomendaría.
Llegada la edad adulta, no relacionaremos los dolores de espalda con la mochila que llevaban de escolares, pero ambos hechos estarán muy relacionados. Seamos claros: lo mejor para la espalda no es la natación, sino no ponerle una carga diaria como la de una mochila llena de libros, y el peso medio de las mochilas que llevan hoy los niños se sitúa por encima del 10% del peso corporal establecido como límite de seguridad para no tener efectos negativos sobre la salud.
Los tiempos cambian. Antes teníamos los libros de texto o las enciclopedias para obtener conocimiento de cualquier tema, pero hoy ya no es así. En el SXXI disponemos de una gran herramienta que nos proporciona muchísima más información que la enciclopedia que además nuestros alumnos van a utilizar a lo largo de su vida y en la que por tanto a debemos guiarles para un uso correcto, he ahí el reto.
Que el conocimiento es algo cristalizado e inamovible es una idea que subyace en la centralidad de los libros de texto, de manera que éstos encierran la verdad absoluta sobre los temas que tratan. Nada más lejos de la realidad. En muchas áreas de conocimiento, éste va cambiando a lo largo del tiempo, y si no que se lo digan a los libros de lengua y los cambios que realiza la RAE en cuanto a acentuación, aceptación de nuevas palabras… o los libros de ciencia, que en realidad son de historia de la ciencia y no se venden como tales.
Como siempre, todo fluye. Hoy más que nunca la información es relativa, hay poco conocimiento que se puede considerar absoluto y mucho menos inamovible, y lo que hoy consideramos absoluto mañana será relativo o incluso desmentido, por lo que es más útil que nunca aprender a buscar información de diversas fuentes, compararla e incluso debatirla.
Y no seré yo quien diga que la memorización no se debe entrenar. Es una habilidad importante y potenciarla no me parece mala idea, pero tampoco seré la primera que diga que el aprendizaje no es simple memorización, habilidad a la que se reduce si basamos el trabajo en el aula al libro de texto.
No necesito memorizar los ríos de España, porque los puedo ver en Google Maps, es mucho más interesante comprender por qué son tan importantes los ríos en la vida de las personas, por qué algunos van llenos y otros vacíos, cómo podemos representar el ciclo del agua.
De la misma manera no me sirve de nada aprender datos de diferentes épocas de la historia si no tengo nada clara la línea temporal a la que pertenecen, además de no tener ningún sentido que unas épocas se trabajen varias veces y otras ni una sola vez como por ejemplo La Guerra Civil española y la dictadura franquista, esa amnesia histórica tan bien cultivada desde las aulas.
No olvidemos que se trata del material estrella de la escuela tradicional. La mayoría de los libros de texto están hechos para que el maestro explique la lección y los alumnos, de manera individual (y, a ser posible, sin copiarse de ningún compañero), completen las actividades. No están preparados para el aprendizaje entre iguales, para el trabajo cooperativo, ni mucho menos para que el alumno asuma un rol activo en su propio proceso de enseñanza y aprendizaje como empezamos a coincidir muchas voces que sería lo más deseable. El alumno es totalmente pasivo, recibe información y luego la vuelca en algún examen o forma alternativa de evaluar.
Son para todos iguales. Los mismos textos, las mismas actividades para todos, una sola manera de llegar al alumno. Pero los alumnos no son todos iguales, no tienen las mismas inquietudes o necesitan aprender lo mismo y sobre todo de la misma manera.
Aplaudimos al escuchar la existencia de inteligencias múltiples, y sin embargo nos parece lógico que el contenido llegue a los alumnos a través de la lectura de textos y si acaso la relación con alguna que otra imagen. Me suena muy poco coherente, o quizás incluso hipócrita. No olvidemos nunca que la escuela del futuro tiene que ser inclusiva.
Además, los libros de texto no pueden tener en cuenta nuestra identidad como grupo, las cosas que nos pasen a diario… se dice a menudo que el motor del aprendizaje debe ser la curiosidad, pero parece que no nos lo creemos, pues basamos la programación en una materia inerte y fija desde el inicio al final del curso que no la puede tener en cuenta, pues no te conoce, no te observa, no cambia la programación para ajustarse a circunstancias y acontecimientos especiales.
Puede que en la etapa infantil se estén espabilando un tanto en este sentido, pues se esfuerzan en crear un contexto lúdico, con la mascota – marioneta a la que todos los niños adoran…
Sin embargo en general, los libros de texto no sólo no motivan sino que son desmotivantes. ¿Alguna vez te han dado ganas de estudiar por lo chulo y divertido que era el libro de texto de alguna asignatura? En las aulas, los niños agradecen infinitamente cuando los profesores deciden realizar actividades prescindiendo del libro de texto, y vemos caras de hastío cuando volvemos al mismo para continuar con la programación marcada.
La motivación más grande para un niño es el juego, y los libros de texto están lejos de basarse en esta idea. Quizás incorporan alguno de tablero, o alguna actividad interactiva que puede pasar como tal, pero difícilmente se basan en ello.
Generalmente, proponen actividades concretas con fines concretos y maneras correctas de realizarlas. Rellena los huecos con éstas palabras. Pinta tal cosa de este color. Todos tienen que hacer lo mismo y de la misma manera. El pensamiento lateral o divergente no sólo no está permitido, sino que ni siquiera se tiene en cuenta, lo cual es todavía más escandaloso. No somos conscientes de que esto tiene repercusiones tan grandes como la formación de alumnos frustrados y sumisos.
No sólo anulan la creatividad de los alumnos, sino también entre los profesores. El libro de texto toma el control de sus clases y asume sus competencias: interpreta el currículo oficial y determina lo que hay que enseñar poniendo el énfasis en unos aspectos o en otros, establece la secuencia de enseñanza, señala los criterios de evaluación... y el maestro se convierte, por tanto, en un mero intermediario entre el libro de texto, quien tiene el verdadero poder, y los alumnos.
Los maestros no somos (o no deberíamos ser) operarios técnicos, somos artesanos que deben facilitar el aprendizaje de todos sus alumnos. El libro de texto nos dice qué hacer en cada momento, cuando nosotros lo podemos hacer mejor que él. Me encanta cómo lo explica Guadalupe Jover, profesora de Educación Secundaria, en este artículo de El Diario de la Educación: “Renunciar al libro de texto supondría no asumir que nuestro sendero está trazado de antemano, sino que somos nosotros -docentes y estudiantes- quienes hemos de diseñar nuestro preciso itinerario dentro del mapa acordado por el conjunto de la ciudadanía. Una educación democrática es sin duda inversamente proporcional a la fuerza coercitiva de un libro de texto del que no se puede, siquiera, discrepar.”
Sin embargo la obligatoriedad de llevar un determinado libro de texto a clase no siempre obedece a criterios pedagógicos, los hay también ideológicos y sobre todo económicos.
Que la Iglesia Católica tiene una red de empresas que domina el negocio de los libros de texto no es nada nuevo; que los colegios concertados invierten las subvenciones en invitar a las familias a comprar sus propios textos, tampoco; y que los colegios públicos, o bien las personas con más influencia o que pueden hacer presión en las decisiones al respecto, son compensados por grandes editoriales por elegirlas para servirles los libros de texto, haciendo una competencia muy desleal a las casas más modestas, también es un hecho.
Al final, el continuismo que nos lleva a seguir utilizando libros de texto concluye en que las familias hacen un grandísimo desembolso para que el lobby de las grandes editoriales siga enriqueciendo a cuatro peces gordos y dándoles mucho más poder del que deberían tener en la educación de los ciudadanos de un país democrático, y además de una manera más bien fraudulenta.
Por favor que nadie me entienda mal en este punto. Necesitamos modernas e innovadoras editoriales como garantía de cultura y progreso y buenos profesionales trabajando en ellas en condiciones dignas. Hay mil temas, materiales y títulos necesarios pendientes de ser publicados.
Una vez hemos comprobado que existe muchos argumentos en contra del uso y a menudo abuso de los libros de texto quizá creas que es hora de buscar excusas para seguir dándole el poder de las aulas a los libros de texto. ¿Se te ocurren tantas y tan pesadas como para llegar a equilibrar la balanza?
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