- Espere, por favor...
Nota previa: Este artículo sobre el abuso sexual infantil escrito por Yvonne Laborda como guest post para Familias en Ruta puede herir la sensibilidad de algunas personas por la claridad en como la autora nombra algunos de los hechos (especialmente las que han sido abusadas en infancia o si sus hijos han sido víctimas de abuso sexual). No obstante, ponerle palabras a la verdad siempre libera y es sanador.
Aunque sorprenda a estas alturas el abuso sexual infantil sigue siendo un tabú social frecuentemente no denunciado y por tanto con datos sobre su incidencia bastante inciertos. Se calcula que una quinta parte de los menores sufren abuso sexual en algún momento de ellos la mitad revela lo sucedido pero tan solo el 15% son denunciados.
El abuso sexual infantil, lamentablemente, es mucho más común de lo que muchas personas podemos llegar a imaginar. Por abuso sexual infantil me refiero a todo tipo de acoso en forma de tocamientos, roces, miradas, caricias, abrazos y besos no deseados por el niño. Así pues en primer lugar es importante tener claro que el abuso sexual no se limita a la penetración o los tocamientos.
Solemos tocar mucho los cuerpos de los niños sin su consentimiento. Está socialmente permitido. Aceptamos que personas desconocidas les toquen el pelo, la cabeza o las mejillas sin su consentimiento. Incluso que les besen o les abracen cuando muestran claras señales de que no lo desean. Podemos llegar a pensar que es una falta de respeto hacía el adulto cuando en realidad es al niño a quien no se le está respetando. Nunca haríamos eso a un adulto sin su consentimiento.
Imaginemos a un hombre adulto cogiendo en brazos a una mujer que no conoce mucho y la abraza, la besa y le toca la cara. Nos parecería que la está acosando, ¿verdad? Y si la mujer se resistiera o dijera: “no me hagas eso, no quiero, no me apetece, no me gusta”… Nos pondríamos de su parte, ¿verdad? Quizás le diríamos al hombre: “Pero, no ves que no quiere, respétala, déjala...!”
Sin embargo, si esta misma escena fuera con un niño de 2 o 3 años estaría aceptado socialmente que el adulto le toque, le coja e incluso le bese a pesar de que el niño mostrará claras señales de que no quiere. No podemos sentir emocionalmente a los niños ya que muchos de nosotros tampoco fuimos sentidos ni respetados. En este artículo hablo en profundidad sobre la sexualidad infantil y el respeto por su cuerpo: dar besos y abrazos.
La peor vivencia interna para un niño es la SOLEDAD con la que tiene que vivir ciertas experiencias. Lo peor para un niño no es que papá le pegue, que mamá le ignoré o le insulte o humille, que un profesor le castigue, que un tío, un vecino, un doctor, un cura o el abuelo abuse sexualmente de él… Lo verdaderamente desesperante para un niño es sentirse desamparado y tener que vivirlo en SOLEDAD.
La mejor prevención para un posible abuso sexual infantil o maltrato de cualquier tipo es que un niño se siente merecedor de respeto y que se sienta lo suficientemente seguro como para decir “no quiero” al conectar con su sentir interno:
“Esto no me gusta, no quiero que me hagan esto, se lo contaré a mamá para que me ayude, mi cuerpo es mío y nadie puede tocármelo sin mi consentimiento. Esto es lo que mamá siempre me ha dicho cuando alguien quiere tocarme la mejilla o besarme cuando no me apetece…”
Si un niño ha tenido que obedecer ciegamente a los adultos, si no ha tenido voz en otros ámbitos de su vida con respecto a sus propios ritmos internos, sus emociones, sus necesidades, su pulsión innata, sus gustos por la comida, el tener que besar o dejarse besar cuando no lo desea, si no hemos respetado su cuerpo siendo niños, si no le damos confianza en otros ámbitos de la vida, si no nos puede decir un “no” a nosotros en alguna ocasión… será más fácil que se deje abusar. Ha aprendido a complacer al adulto a dejarse hacer.
Dicho de otra forma, si un niño se siente merecedor, seguro, respetado, escuchado, amado y empoderado podrá poner un límite a un adulto o, en el peor de los casos, nos lo podrá contar luego. Será una experiencia puntual pero no se podrá prolongar ni perpetuar en el tiempo como en la mayoría de situaciones de abusos sexuales infantiles.
Repito, si el niño no cuenta es por miedo, por inseguridad, porque se siente solo y no siente que tenga nadie en quien pueda confiar para que le ayude.
Un abusador suele buscar niños inseguros, con miedo, muy obedientes y emocionalmente muy solos y necesitados de amor. Sé que estas palabras duelen al leerlas pero es vital que las escuchemos si realmente queremos prevenir los abusos sexuales infantiles. Algunos niños buscan y necesitan mirada, atención y amor pero, en ocasiones, encuentran abuso.
Como el niño protagonista, Alex, del libro “Ojos Verdes”(recomendado para niños de 6 a 12 años). Este libro pretende ayudar a los padres a prevenir el abuso sexual infantil, no obstante, se omite este importante detalle sobre la soledad y la vulnerabilidad del protagonista. En ningún momento se cuestiona el hecho de que el niño en el cuento se va con el entrenador por falta de mirada, atención y presencia de su madre cuando llega del colegio. El niño está solo cada tarde hasta el anochecer. Mientras yo leía el cuento, me venían dos preguntas en casi cada página: “¿Dónde está la madre de este niño?” ¿Qué vínculo afectivo de intimidad hay entre su madre y él?”
La madre está en casa haciendo sus cosas y el niño está muy solo toda la tarde, cada tarde. El niño vuelve solo a casa del cole, ¿por qué no lo va a buscar su madre algún día? El niño pasa largos ratos en casa del entrenador de baloncesto sin que la madre sepa nada, ¿cómo es eso posible? ¿No hablan en casa de cómo ha ido el día, dónde ha estado todo ese rato…? El niño se escapa del jardín de su casa durante horas sin que su madre se dé cuenta. La madre no está presente, ni disponible, ni parece preocuparse.
El entrenador hace cosas con el niño que le encantan, como son sembrar semillas… El niño le comenta que sus padres no tienen tiempo para esas cosas… En resumen, el abusador sexual crea un vínculo afectivo con el niño durante mucho tiempo antes de cometerlos.
Todo esto es posible porque el protagonista de esta historia está tremendamente SOLO cada tarde y va a casa del entrenador porque su madre no está por y para él después de su jornada escolar.
En casa del entrenador encuentra la mirada, la atención, la presencia y el amor que no tiene en su propia casa. Todo esto no se comenta en el cuento. Además en el cuento el niño tienen pesadillas y dolor de barriga después de los encuentros con el entrenador: abusos… ¿Y los padres, no se dan cuenta de nada? ¿Por qué el niño no los va a buscar cuando despierta con la pesadilla? A caso piensa que los molestará, si piensa eso, ¿quién le dio ese mensaje? Imaginemos la vivencia infantil de ese niño solo, desesperado y con miedo en medio de la noche. Aterrador. Esa soledad duele más que los tocamientos del entrenador.
Finalmente el niño lo cuenta con miedo a que no le crean o le castiguen… ¿Por qué tiene tanto miedo, es que anteriormente no le han creído? Hay mucha falta de intimidad emocional en el escenario de este niño. Ese es el verdadero desastre en la vida de este niño.
En el cuento ha hecho falta poner el ejemplo, recrear un escenario, de un niño que está muy solo y sin casi vínculo con sus padres para crear el ambiente propicio para el abusador. ¿Cómo que no nos damos cuenta de este IMPORTANTE detalle?
Un abusador suele ser amable y cariñoso con el niño. De un modo u otro le seduce. Quizás le dice que esto es un secreto, que no cuente nada a nadie, que él o ella es la elegida, que es especial…
Por un lado, el niño recibe del abusador mirada, atención y se siente especial e importante. Esto es lo que hace que no lo cuente, pero si ya se sintiera así en su día a día no necesitaría esconder una situación tan incómoda a cambio de mirada, atención y amor.
En muchos libros se aborda el tema del abuso sexual infantil como algo que tenemos que decirles y explicarles a los niños que nos cuenten si les pasa. Pero no se suele abordar desde el punto de vista de QUÉ hace que un niño no nos cuente o QUÉ provoca que sea vulnerable a sufrir abusos sexuales.
En muchas ocasiones el abuso sexual infantil es una experiencia muy agridulce para el niño. Al niño le gusta sentirse especial, mirado, atendido y amado pero internamente sabe e intuye que “eso” no está bien. Su registro interno, sus emociones le dicen que algo no va bien.
La mayoría de abusos sexuales infantiles son cometidos por adultos cercanos al niño: su propio padre o madre, hermanos mayores, primos, profesores, tíos, abuelos, curas, monjas, amigos de la familia… He atendido a muchas mujeres y algunos hombres que han sufrido abusos sexuales hasta la adolescencia sin haber podido contarlo nunca por miedo y falta de seguridad e intimidad emocional en sus hogares.
La mayoría de mujeres que he atendido han tenido que trabajarse más la soledad vivida y la ausencia de sus madres que el abuso sexual en sí. La soledad y la falta de intimidad emocional les han dejado más herida.
Sé de muchas mujeres que se sienten muy culpables, en casos de abuso, con alguien cercano, porque un buen día simplemente le dijeron al abusador (su propio padre, un tío, el abuelo, un amigo de la familia…): “Ya vale, no quiero hacer esto más”. Y a partir de ese día ya no hubo más. Recuerdo a una madre decirme con lágrimas en los ojos, en una sesión individual: “Pero, ¿por qué no se lo dije antes?”
Repito, si no hemos podido decir no, ni contárselo a nadie (siendo niños) es porque nadie nos hizo sentir suficientemente seguras, merecedoras de respeto, ni había suficiente intimidad o conexión emocional en casa con mamá o papá para poder contárselo.
Siempre me he preguntado a mí misma cómo una madre no puede darse cuenta de que “algo” está pasando en casos de abusos sexual infantil reiterados intramuros. En el caso de Alex en el cuento, él tiene pesadillas y le duele la barriga…
Hay quienes sí se atrevieron a contarlo y se silenció, se minimizó, se puso en duda, o incluso se negó. Imaginemos la vivencia infantil de un niño o adolescente cuando por fin, se atreve a contar algo y su madre le dice: “¿Quieres decir?, ¿no te lo habrás imaginado?, ¿qué habrás hecho tú para que…?”
Para prevenir los abusos sexuales infantiles es vital que haya presencia, intimidad, confianza y comunicación emocional en casa.
En mi época de profesora recuerdo a un niño de tan solo 8 años que me contó un día algo sobre su tío materno que no me “gusto”. Con mucha delicadeza se lo comenté a la madre y me dijo indignada que de dónde había sacado yo esas falsas impresiones. La madre se enfadó mucho con su hijo. Lo peor de esta historia es que este niño finalmente sí se supo que estaba siendo abusado por su tío.
Este niño ya es un joven hombre, y a día de hoy aún comenta que lo peor de todo ese asunto fue que su madre no le creyó hasta que el tío abusó de su prima.
En el peor de los casos podría haber un intento de abuso sexual, pero no prolongados en el tiempo si tenemos un vínculo afectivo sano y fuerte en casa. Un niño conectado con su ser esencial sabrá que “eso” no está bien y lo parará o lo dirá.
Repito, sé que esta parte es la que más puede doler a los padres. Si nuestro hijo no acude a nosotros es porque no hemos creado un ambiente lo suficientemente íntimo y seguro.
Sentirse lo suficientemente seguros y empoderados se aprende cuando nos han permitido tomar algunas decisiones importantes siendo niños, como por ejemplo: “no me apetece besar al abuelo ahora o me molesta que la tía me toque las mejillas o el culo”.
En un futuro podrán acudir a nosotros porque sabrán que confiamos en ellos y les respetamos. Se podrán valorar y respetar porque habrán sido valorados, respetados y tenidos en cuenta por sus padres primero.
Esto es muy importante para no ceder a las presiones sociales más adelante. Si los valoramos, los miramos y les damos seguridad aprenderán, incluso, a no intercambiar sexo por aceptación en sus futuras relaciones. En este artículo hablo sobre la dependencia emocional y sexualidad infantil: como acompañar a nuestros hijos en su despertar sexual.
Corolario: la mejor y única prevención para un posible abuso sexual infantil es que nuestros hijos se sientan respetados, tenidos en cuenta, seguros de sus necesidades y las puedan manifestar con seguridad.
Autora del libro Dar Voz al Niño
Terapeuta humanista-holística
Escritora y conferencista mptivacional
Crianza Consciente
Educación Emocional
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