- Espere, por favor...
Viajar con niños puede ser un planazo… o una odisea digna de película. Todo depende de cómo lo prepares y del humor con el que salgas de casa. La buena noticia es que, con un par de trucos y una pizca de creatividad, esos trayectos eternos pueden volverse un viaje bastante apañado. A continuación, te contamos cómo hacer que todo fluya mejor para que llegues al destino con ganas de repetir.
Lo primero es crear un ambiente cómodo porque, seamos sinceros, si los peques se sienten mal desde el minuto uno, el viaje puede ser un festival de quejas. Por lo tanto, ajustar la temperatura, llevar ropa cómoda y dejarles su espacio puede marcar el rumbo de las próximas horas.
Y hablando de pequeños detalles, nada funciona mejor que dejarles llevar ese objeto que nunca falla. Un peluche, una mantita, un cojín con forma rara que solo ellos entienden… da igual. Lo importante es que tengan algo familiar a mano porque eso les baja las revoluciones y les ayuda a asentarse.
Cuando vas por carretera, las paradas son tu salvavidas. Y no, no solo para que estiren las piernas, sino para que tú también respires y recuerdes que eres una persona, no un robot al volante. A su vez, esas pausas ayudan a que los niños liberen energía y vuelvan al coche como nuevos.
Eso sí, no vale parar en cualquier sitio. Los peques necesitan espacios donde puedan moverse sin miedo a pisar donde no deben. Así que, si encuentras una zona donde puedan correr un poco, ya tienes media batalla ganada.
Adicionalmente, si el viaje es eterno, igual te compensa una parada más larga. En ciudades grandes, incluso puedes aprovechar opciones como los hoteles por horas en Madrid para ducharte, relajarte y seguir la ruta sin sentir que llevas tres días metido en el coche.
El entretenimiento es el santo grial de los viajes con niños. Y cuanto más variado sea, mejor. Cuentos, música, juegos improvisados, dibujos descargados, historias inventadas… lo que se te ocurra. ¡Ojo! No se trata de hacer un programa de televisión, solo de tener opciones para ir cambiando cuando veas que aparece la temida frase “me aburro”.
No obstante, tampoco es conveniente que las pantallas lo dominen todo. Funcionan, claro que sí, pero si son el único recurso, pronto pierden efecto. Mejor usarlas como ese as bajo la manga que sacas solo cuando ves que todo empieza a desbordarse.
Asimismo, para que el viaje fluya, deja las cosas a su alcance. Si los niños pueden elegir sin pedirte veinte veces que te gires, todo va más suave. Menos interrupciones y más tranquilidad para todos.
La comida puede jugar muy a favor o muy en contra en un viaje largo. Entonces, antes de salir, es mejor optar por algo ligero para evitar mareos o molestias que arruinen la ruta.
Luego, durante el trayecto conviene llevar cosas fáciles de comer y que no conviertan el coche en un campo de batalla lleno de migas. Y sí, la hidratación es decisiva, pero con mesura, que luego vienen las paradas de emergencia a mitad de una autopista sin salida.
Salir a horas estratégicas puede cambiarlo todo. Por eso, si conoces bien los ritmos de tus hijos, sabrás cuándo están más tranquilos y cuándo es mejor evitar ponerlos en un asiento sin moverse.
También es buena idea respetar sus rutinas durante el camino. Si sabes que siempre hacen una siesta a cierta hora, intenta que coincida con el tramo más largo del viaje. Dormidos todo es más fácil, más silencioso y más rápido.
Al final, tu actitud influye más de lo que crees. Si te lo tomas con calma y humor, ellos lo notan. Y lo contagian. Los pequeños absorben cualquier emoción, así que mantener la calma puede transformar un caos potencial en una anécdota divertida.
Igualmente, acepta desde el principio que habrá imprevistos. Un atasco, un rechazo a cierta comida, un berrinche inesperado. Es normal y no significa que el viaje vaya mal. Significa que tienes niños. Y ya está.
Por último, dejar que participen en pequeñas decisiones les encanta y, encima, funciona. Elegir la música, decidir qué cuento escuchar primero o escoger qué juguete llevar puede mantenerlos ocupados y contentos. Cuando se sienten escuchados, se sienten parte del viaje, y por ende, tienden a colaborar más.
Como has visto, un viaje largo con niños no tiene por qué ser un reto épico. Con algo de humor, un poco de flexibilidad y varias pausas estratégicas, puedes hacer que el trayecto quede en un recuerdo bonito.
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