- Espere, por favor...
La tozuda pobreza y gastada fórmula del menú infantil. Férreo e implacable desde que tengo uso de razón, algo con lo que topamos una y otra vez, especialmente durante las vacaciones de verano.
Aunque todavía falta camino por recorrer si nos comparamos con otros países europeos, por fortuna cada vez son más habituales los alojamientos, restaurantes y atracciones turísticas donde alguien ha pensado en planificar y atender las necesidades específicas de las familias con niños.
En ese buen sentido parecen ir los menús infantiles que encontramos a menudo en los restaurantes. La idea en principio es encomiable. Uno esperaría en una variedad de alimentos y una cantidad de comida tanto adaptados a las necesidades de los niños como a los maltrechos bolsillos de las familias. Sin embargo la decepción no tarda en llegar.
No tarda en llegar cuando comprobamos que el supuesto menú infantil consiste, casi invariablemente siempre -como si de una misteriosa conspiración planetaria se tratara y salvo honrosas excepciones- en macarrones (o espaguetis) con tomate de primero y carne frita ya sea rebozada (escalopa, croquetas o pollo) o picada (hamburguesa), con una bien calórica guarnición de patadas y ketchup (que no falte) de segundo siendo los postes fruta (cuando la hay) o más frecuentemente helado industrial: el colmo de la variedad!
Y todo esto en un país que se jacta de su dieta mediterránea, con una de las mejores y más ricas tradiciones culinarias del mundo y que cuenta con algunos de los cocineros y restaurantes más laureados. Algo no cuadra.
Muchos nutricionistas de prestigio cuestionan actualmente la conveniencia de mezclar las proteínas animales con los hidratos de carbono. Pero lo que es indudable es que a este menú le falta cualquiera de los tres elementos absolutamente esenciales especialmente en edad infantil: verduras, legumbres y cereales y a ser posible de la mejor calidad (o sea, integrales, a partir de los 3 años y si puede ser productos de temporada y/o ecológicos).
Tampoco hay que ser un experto para saber que el supuesto menú infantil de carretera que se nos ofrece para nuestros hijos contiene demasiada grasa y está basado en la fritanga así como en el recurso fácil de lo azucarado. ¿De verdad sorprende que la tasa de obesidad infantil no deje de crecer cuando disponemos de más información que nunca?.
¿Acaso pensamos que a los niños no les gusta un buen plato de guisado de aluvias, un bonito a la plancha, unos puerros gratinados con queso o una pieza de fruta en su punto de madurez?
Amigos restauradores, parece claro que aquí tenéis una asignatura pendiente, que hay que actualizarse un poco. Dicho lo cual es justo dejar claro en descarga de los profesionales de la hostelería hay que reconocer que no son pocos los padres que exigen este supuesto menú infantil.
Porque evidentemente los padres (aquí también como consumidores) tenemos aquí una asignatura pendiente. Que sí que es verano, que un día es un día y dos y tres...Vale, que ya estamos hartos de luchar pero es el pez que se muerde la cola. No hay mejor educación que nuestro ejemplo y actitud.
Por favor que no se trata de que nadie se sienta juzgado, que cada uno hace lo que puede según el momento y circunstancias. Sería un hipócrita si dijera que mis hijos nunca se han pirrado por unas patatas fritas (quién no alguna vez?) o se han zampado un menú infantil para salir del paso.
Lo que sostenemos es que el movimiento se demuestra andando, que la educación en familia es fundamental, que el gusto y el criterio por la buena y variada nutrición y por el disfrute de la buena mesa y el paladar se contagian, empiezan ya sea en casa o de vacaciones.
Y para ser constructivos, ahí van unas propuestas finales:
Una, que en los menús infantiles debería haber mayor posibilidad real de escoger entre varios platos y formas de cocinar. Y ya que somos los mayores productores del mundo: exigimos productos de temporada y siempre un buen aceite de oliva virgen extra.
Dos, que tampoco hay que complicarse. Un perfecto menú infantil podría consistir en la posibilidad de un del medio menú que incomprensiblemente a menudo no se permite.
Porque, como me decía recientemente una madre amiga mía: "¿pero como me puede estar zampando yo una ensalada mezclum con queso de cabra, reducción de módena y frutos secos mientras tengo ocupados a mis hijos con unos tristes macarrones pasados de cocción y una salsa de tomate de bote?".
Un poco de imaginación, por favor. Que pasa, ¿qué los niños son tontitos? ¿Acaso al buen comer no se educa?. Va a ser que eso del turismo gastronómico es solo para mayores de edad. Tanto Master Chef Junior y luego...
Y tres. Nunca agradeceremos bastante la aportación del libro de Carlos González “Mi niño no me come”. Ayudemos a nuestros hijos a formar su paladar, a ser exigentes con la calidad de lo que comen, a que coman variado y disfruten de todo tipo de sabores, a que aprendan a identificar y a saciar su propia hambre. Si nuestros hijos han ampliado nuestros horizontes vitales ¿por qué nosotros deberíamos reducir los suyos?.
Porque no sabes la alegría que me dio como padre y persona hace poco cuando le pregunté a mi hija ya con 10 años si le apetecía hacer una escapada a Lisboa, la capital de Portugal...que es muy bonita...y ella que no reaccionaba. Y de pronto me responde: ¿Se come bien? Sí, muy bien, le digo. Pues entonces vamos!
Ya es un clamor. Comparte y únete a la rebelión contra el menú infantil.
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