- Espere, por favor...
Hemos hablado en otras ocasiones de criar en tribu, que parte del conocido proverbio africano: “Para criar a un niño hace falta una tribu entera”. Es decir, compartir momentos de la crianza con familia, amigos, grupos de madres/padres que formen parte de nuestra vida, de nuestro día a día, en quienes apoyarnos y con quienes criar en comunidad.
Por ello, para quieres pensamos que viajar forma parte de la crianza de nuestros hijos y que es una forma preciosa de conocer nuestro entorno, nuestro mundo y la variedad de culturas, tradiciones, idiomas o paisajes que conforman nuestro planeta, podríamos plantearnos el concepto de “viajar en tribu”.
Evidentemente no es nada nuevo lo que estoy planteando. Quizás muchos de vosotros hayáis compartido vacaciones con algún grupo de amigos o familia: unos días en una casa rural, un apartamento compartido en la playa o un viaje con otras familias. Y seguramente os habréis dado cuenta de las ventajas que supone viajar en grupo, así como de los inconvenientes.
De entre las ventajas, yo me quedo con lo divertido que es viajar con amigos y de lo bien que lo pasan los peques con otros niños de su edad. Ellos se cansan y se aburren menos y eso ayuda a que los mayores disfrutemos más del viaje y tengamos algún rato más de descanso, sobre todo si los adultos se turnan para echar un ojo a los peques y se comparten las tareas.
Además, también es importante el compartir los puntos de vista de otras personas: viajar a través de los ojos de los niños y con las aportaciones de los demás compañeros de viaje, de los que podemos aprender tanto. Puede ser una experiencia muy enriquecedora convivir con otras familias, con otras formas de crianza y de ver la vida.
Por otro lado, los inconvenientes pueden ser variados, dependiendo del tipo de viaje y del grado de confianza que tengamos con nuestros compañeros. Si somos una tribu unida los riesgos se minimizan, pues seguramente compartamos puntos de vista, sepamos cómo piensan las otras familias o tengamos la confianza como para opinar de forma diferente e incluso, separarnos en un momento dado. Aún así, es normal que cuando se convive surjan conflictos, lo bueno es saber afrontarlos y resolverlos.
Creo que para que la experiencia tenga éxito es muy importante tener algunos principios muy claros, estos son los cinco pasos a considerar:
1. Tener las cuentas claras. Muchas veces los conflictos y tensiones en los grupos surgen por temas económicos, por cómo hacer el reparto de gastos de alojamiento, compras comunes, comidas, etc. En principio, lo recomendable sería que cada familia pagara lo suyo y llegar a acuerdos cuando se tenga que compartir gastos. Pero supongo que cada grupo tomará su propia resolución.
2. Ser conscientes de que en todo viaje surgen imprevistos y más si se viaja con niños, por tanto, conviene ser tolerantes con los posibles retrasos o cambios de planes que esto pueda suponer. Hoy por ti, mañana por mí, ¿no?
3. Compartir similares formas de crianza o ritmo de viaje o, al menos, hablar y entender las diferencias de planteamientos que nos podemos encontrar. Cada familia tiene sus hábitos y sus ritmos, pero si se va a convivir durante unos días con otras familias, será conveniente adaptarse al ritmo de la mayoría o llegar a acuerdos al respecto. A veces surgen conflictos por los horarios o incluso por las diferencias en las formas de criar: cómo gestionar los conflictos, las rabietas, las comidas… No vamos a cambiar las normas de convivencia de nuestra casa por estar fuera de ella, pero a lo mejor sí podemos ser un poco más flexibles para evitar esos conflictos. No obstante, estas situaciones pueden ayudarnos a aprender a respetar la diferencia.
5. Conocer y elegir el tipo de viaje que se va a realizar más acorde a nuestros gustos. No es lo mismo una estancia de fin de semana en una casa rural o en la playa donde lo máximo que se va a decidir es si vamos a la playa o a la piscina, que un viaje a una ciudad europea o a un parque de atracciones –por poner un ejemplo-, donde seguramente habrá que elaborar un itinerario, seleccionar lo que se va a visitar, planificar horarios u organizar una actividad programada. A lo mejor hay que madrugar o hay que estar a una hora en un lugar determinado, por lo que cada miembro del grupo debe comprometerse y respetar los horarios fijados, en la medida de lo posible y si no surgen imprevistos, claro. Hay gente que es muy tranquilona y si los compañeros de viaje tienen que esperar todos los días, se pueden crear tensiones.
6. Confiar en iniciativas y empresas especializadas en viajes con niños. Si no tienes una tribu, pero quieres compartir tu ruta con otras familias, puedes buscar experiencias especialmente pensadas para familias, como las que proponen desde Familias en Ruta: viajes a Marruecos, a Thailandia, campamentos y encuentros para familias viajeras y mucho más, en las que se convive y se disfruta mientras se conocen lugares nuevos. En este caso, se evitan los problemas económicos (puesto que los precios están cerrados y en casi todos los casos hay pensión completa con todas las actividades incluidas) así como los organizativos, pues al estar ya todo planificado, sólo hay que dejarse llevar.
Nosotros, a pesar de los posibles inconvenientes, nos quedamos con las ventajas. Hemos tenido muchas y variadas experiencias de viajes con grupos de amigos y la mayoría han salido bien, han servido para reforzar lazos de unión y nos han enseñado mucho sobre la convivencia y el respeto mutuo. Pero sin duda lo mejor es ver lo bien que lo pasan los peques descubriendo el mundo con otros niños de su edad.
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