- Espere, por favor...
Marruecos no deja de sorprendernos. Entre poco más de una hora y tres cuartos de desplazamiento en vehículo desde Marrakech se haya otro Marruecos dentro de Marruecos. La aventura de descubrir el Alto Atlas con niños es accesible como verás a prácticamente cualquier familia con ganas de viajar.
Perfecto como complemento a una escapada a Marrakech con niños así como también para un puente o fin de semana largo dedicado en exclusiva el Atlo Atlas es un destino especialmente recomendable en cualquier momento de la primavera o el otoño. Viajes Marrakech nos lo puso fácil con la organización, en esta entrada te contamos nuestra experiencia. Antes, una disculpa: nos hemos pasado cuatro pueblos con las fotos, pero es que de verdad la aventura trekking en mula por el Atlo Atlas con niños, lo merece.
.
Nada menos que la cordillera más alta del norte de Africa conocida por los beréberes locales (amazighs) como Idraren Draren (montaña de montañas), es el paraíso de los senderistas. El Atlo Atlas atraviesa Marruecos en diagonal y ocupa un millar de kms pero los picos más altos se encuentran en la región de Toubkal que da nombre a la montaña más alta y majestuosa el mítico Toubkal su pico más alto y majestuoso con 4165m.
En esta región nos espera un Marruecos diferente y alejado del bullicio de las medinas. Un Marruecos de silencio, tan cerca y tan aislado. Es el de un Marruecos intemporal de gentes siguiendo su vida sencilla apegada a la tierra y a sus costumbres ancestrales, es toda una lección de humildad y oasis en esta frenética vida tecnológica.
La presencia del pueblo amazigh (los hombres libres, conocidos como bereberes) en el territorio es bastante anterior a la de la llegada desde el exterior de los pueblos, profetas y dinastías árabes y su religión musulmana. El pueblo beréber marroquí está formado por un subconjunto de de tres etnias en Marruecos ocupando el Atlas, El Rif y en el sur las tierras limítrofes con Argelia (los tuaregs del desierto). Entre el 35% y 40% de los marroquís pueden identificarse como bereberes
Era la primera semana de Diciembre. Nuestros hijos contaban con 9 y 3 años. Nos esperaba un viaje que luego calificaríamos de alucinante de cuatro días de duración. Salimos una buena mañana desde Marrakech (puedes consultar aquí nuestros planes recomendados). Es emocionante. Nos llevan en 4x4 , avanzamos más allá del valle de Ourika y de Asni (zoco los sábados) atravesando el Valle de Mizane hasta hasta acercarnos a nuestro destino a las puertas del Atlas.
Nuestro objetivo en el Atlas no era la cima del Toubkal pero si compartimos parte de la ruta con otros viajeros excursionistas que iban camino a los picos del Atlas y hacían parada en los pueblos berebers acompañados de algún guia local. Lo que nos apetecia era caminar, ir de treking por la montaña ya que era una práctica que después de tener hijos se había oxidado más de lo que deseábamos y hacerlo con mulas es una manera increíblemente fácil y divertida de hacerlo con niños para todos aquellos que disfrutan del senderismo por la montaña.
Nada más llegar a Imlil nos encontramos con Hamid que nos estaba esperando, un simpático guia bereber que regenta el albergue donde dormiriamos las dos primeras noches.
Los rituales no cambian; la bienvenida con un té verde a la menta, sonrisas y un momento reposado en la terraza para sentarnos, contemplar el paisaje e ir conociendo los anfitriones que ese día nos prepararían un delicioso tajín para la comida.
Las dos primeros dias estuvimos en Imlil a 1740m, un pueblo muy conocido por ser la principal base de ascensiones para subir a las cumbres más altas del Alto Atlas o realizar múltiples rutas de trekking que son toda una delicia para principiantes y expertos. Aqui en primavera se llena de excursionistas a los que no les faltará oferta para contratar guías, mulas, muleros y cocineros.
Visitamos el pueblo que no tenía más que una calle principal con varios albergues, gite d'etape o riads a las afueras, algunas tiendas de artesania o comestibles; sus barrios con casas sencillas, muy básicas hechas con arcilla y piedra. Advertimos en el paseo el rápido y mal planificado “progreso turístico” que en la actualidad es la principal fuente de ingreso. Se edifica de manera caótica y desordenada, rompiendo la estética tradicional de los edificios más antiguos y lamentablemente el hormigón se está abriendo camino por doquier, dejando a la arquitectura de piedra en un segundo plano, las antenas parabólicas invaden las terrazas sin que aún sus habitantes y autoridades hayan tomado conciencia del valor y el encanto que tiene un entorno bien conservado.
Hamid nos informa de que nos están esperando por la tarde. Se han enterado que viene una familia desde España que quiere conocer alguna escuela. Visitamos un espacio que un grupo de entusiastas voluntarios querían convertir en una asociación de apoyo a la escuela del pueblo.
Con gran expectación. Sin apenas mesas ni sillas. Identificando educación con disciplina, entorno a cien niños de todas las edades atienden sin rechistar. Ninguno juega. Sin cualquiera de las condiciones que podríamos considerar como mínimas. Arremolinados y formados entorno nuestro. Nos ofrecen un té y un pastel. Hablamos en el poco francés que sabemos. Les damos las gracias. Nos sentimos abrumados. Mi hijo se duerme sobre mi regazo y se mea sobre mi, no tiene pañal. ¿Seremos de alguna ONG? ¿Podremos conseguirles algún apoyo o programa de cooperación?.
Nos invade la tristeza inmensa mezclada con rabia e impotencia al conocer y escuchar todo lo que aún necesitan; desde infraestructura, techo, ventanas, hasta material como mesas, libros, y también ropa y zapatos para los niños sobretodo en invierno.
Quien menos tiene todo te lo ofrece. Hamid nos invita nuevamente a su casa para conocer su mujer Fátima y su hijo (tiene una hija estudiando en Navarra a la que apenas ve). Su casa es la típica bereber, una humilde vivienda con pequeñas habitaciones donde nos ofrecen una merienda de pan beréber y té. Todo sabe delicioso. El lugar se amplia y se ilumina con la amabilidad y hospitalidad que esta familia bereber nos ofrece.
A la mañana siguiente nos esperaba una ruta por las cercanías, nos acompañaba Mohamed, el hijo pequeño de Hamid, un aventurero nato. Conocimos a la mula, los paisajes que se abrían a nuestro paso eran preciosos. Nos habíamos fijado en el pueblo que el uso de mulas era habitual en las rutas de montaña. Nos entristeció ver que alguna ocasión algún animal llevaba sobrecarga y se balanceaba por el peso que llevaba.
No sabemos que seguimiento veterinario llevaban pero parece que en muchos momentos escaso. Sobre ese tema informaban en algunos carteles que vimos por el pueblo. En nuestro caso nos informamos bien que hubiera un buen cuidado y atención del animal. Practicada correctamente la actividad del trekking con mulas no debería suponer ni podemos aceptar que provoque un maltrato en el animal.
A la vuelta ya cansados mi hijo y Mohamed, el hijo de Hamid subieron a las alforjas de la mula para descansar o al menos intentarlo porque era una situación cómica y suscitaba la risa de los pequeños con el meneo. En las mulas los niños van seguros, se lo pasan bien. Se les ofrece parar o redituarse cuando lo necesiten así como comida y bebida. Además del mulero nuestro guía se deshace en atenciones. El que ha viajado a Marruecos los saben: en este país son de forma general cariñosos con los niños de una manera que yo no he visto todavía en ninguna parte del mundo.
Al regreso al albergue nos esperaba la cena. Un tajín de verduras, un plato de gastronomía local riquísimo. La comida, el trato amable y su proverbial hospitalidad es algo que nos acompañó durante todo nuestra ruta.
Al día siguiente después del desayuno nos fuimos caminito de Tizzi Oussein una aldea perdida en las montañas de poco más de 300 habitantes a la que solo se accede por una pista son asfaltar a casi dos horas de la población más cercana (Asni) o bien -nuestro caso- caminando unas 5 o 6 horas sin prisa a través de las montañas.
Otra vez nos esperaba nuestra mula y su mulero Mohamed además de nuestro guía. La mula llevaria algo de nuestro equipaje que redujimos a la mínima expresión por respeto al animal. De esa manera si alguno de los niños se cansaba de andar también podría subirse..que es lo que estuvieron haciendo casi todo el trayecto: menuda experiencia para ellos y para nosotros!!
Durante todo el día recorrimos un bello itinerario serpenteando por las rocosas montañas. Observamos y nos explican como en las terrazas de los valles se cultiva cereales y se plantan árboles frutales como manzanos, cerezos, nogales, olivos etc . Mientras avanzábamos por las tierras rojizas, escuchábamos al mulero cantar, olíamos la aromática madera anaranjada de la sabina negra (Juniperus phoenicea), y acaricíabamos a la mula o la cabra que aparecía rumiando, mirábamos los verdes valles o levantábamos la mirada hacia el nítido cielo azul siguiendo el vuelo del milano o del quebrantahuesos.
Llevábamos unas tres horas caminando y en medio de la montaña al llegar a un rio paramos a comer el picnic que nos habían preparado en un puesto que allí estaba como punto de avituallamiento de los excursionistas: una tortilla bereber (tortilla con verduras) comida caliente recién hecha acompañada con te a la menta, esto si que es un lujo, ¿no os parece?
Seguimos nuestro camino hasta llegar Tizzi Oussein, sin apenas un turista. Casas de adobe colgadas sobre un río. Caminos de tierra van subiendo por las pendientes del pueblo y los niños van apareciendo mirando desde las terrazas de las casas.
Nuestro hijo es el primero en aceptar jugar con un grupo de niños que le muestran su coche fabricado con materiales reciclados. Muchos tienen por zapatos unas chanclas. En el frío invierno escasean los abrigos.
Ya tenemos al coro cantando y manejando su coche imaginario. Y es que los plásticos permanecen en el entorno y por allí donde la conciencia ecológica es prácticamente nula, la implicación administrativa ausente aparecen los niños y su mirada creativa y ante la falta de juguetes y crean los suyos propios con los materiales que encuentran, una pelota de trozos de ropa, un coche o una muñeca con pedazos de plásticos.
A la mañana siguiente Hamid había convocado a algunos niños para ir a recoger basura por el pueblo. Todos con bolsas enormes en las manos, unos palos y siguiendo las indicaciones fuimos recogiendo sin parar y sabiendo que no tenia fin. Nos comentaban que era una iniciativa que solian hacer. Al terminar quemaban las basuras recogidas allí mismo.
Nuestra mirada occidental nos alertaba de la insalubridad de algunas zonas y sobre todo nos indignaba la situación de pobreza a la que están condenados tantos marroquíes, sin atención médica, sin equipamientos ni una mínima urbanización del entorno, incomunicados, sin ningún tipo de subsidio o ayuda gubernamental y con una escuela sin apenas medios.
Aquellos dos días éramos el acontecimiento de la aldea. Por la tarde del segundo día visitamos a la escuela oficial del pueblo donde todos los niños y niñas nos esperaban para explicarnos que hacían en la escuela y que necesidades tenían. Algunos llegaban andando o en mula desde casas que tenían a kilómetros de distancia. Nos explicaban que recibían voluntarios franceses y que les gustaria tener acceso a internet. La escuela era un espacio básico con los materiales escasos y con falta de profesionales especializados.
Imlil y los pueblos de montaña de etnia amazigh (bereber) culturalmente están parcialmente arabizados y bastante poco afrancesados. En las escuelas del valle, tal y cómo sucede en la mayor parte del país se ahora empiezan tímidos programas para recuperar y valorizar su lengua. Su idioma, el propio de estos valles y que habla casi todo el mundo, ha sobrevivido, transmite oralmente de padres a hijos.
Colgado en el tiempo. Este es un lugar absolutamente olvidado, despreciado y dejado de la mano por parte de las autoridades. Los recursos económicos de sus habitantes, siguen siendo los mismos de siempre: la agricultura y la ganadería de subsistencia. Como válvula de escape, la emigración y el incipiente turismo, una providencial fuente de ingresos en los últimos tiempos.
Ummm, que rico! El cous cous (el plato nacional beréber por excelencia) se sigue preparando pacientemente con las manos en un hornillo de leña. Las mujeres, volcadas en las labores domésticas y la ganadería siguen lavando la ropa en el río. Según lo que me explicaba mi abuela, la vida en la Alpujarra andaluza de principios de siglo pasado no debía ser muy diferente a la de las aldeas del Atlo Atlas actual.
Gracias a la organización de Nuria y Hamid de Viajes Marrakech. Fueron unos dias en los que descubrimos un Marruecos insólito y más profundo. Un salto de mil años alucinante a tan solo dos horas de vuelo y un breve trayecto en coche. Toda una lección de vida para mis hijos, para nosotros y para cualquiera recorriendo la espina dorsal entre el Mediterraneo al norte y el desierto del sahara al sur.
Tras cinco días un 4 x 4 nos viene a recoger y nos lleva en algo más de una hora y media hasta Asni. El camino - de una sola vía- ofrece unas vistas increíbles trufado de valles cortados y secas montañas, aldeas y vecindarios más y más perdidos. Así pusimos punto y final a un viaje de recuerdo indeleble por el Alto Atlas, un Marruecos de bella soledad, adobe y silencio donde habitan gentes nobles que solo es rasgado por el canto del muecín y las risas de los niños.
¡Emprende la Aventura!
Descubre Europa como nunca antes con nuestra guía + 101 lugares divertidos para viajar con niños. ¡Explora, aprende y juega en cada destino!
Emprèn l'Aventura!
Descobreix Europa com mai abans amb la nostra guia +101 Llocs Divertits per Viajar amb Nens. Explora, aprèn i juga a cada destinació!