- Espere, por favor...
Viajar con padres no siempre es fácil, ya se sabe, les gusta ver cosas, visitar monumentos, museos, iglesias… por lo menos a los míos les gusta y claro, tengo que darles un poco de todo eso para que no se enfaden y podamos tener unas vacaciones pacíficas en familia.
Ahora ya soy mayor y pero este verano pasado aun no tenía los dos años, me faltaba poco pero aun no los tenía, así que para ellos era un bebé. Y yo, a veces, me hice pasar por un bebé para que pudieran ir a los sitios que los gusta pensando que a mí me da igual y que no me entero, para que luego digan que los hijos no se sacrifican por los padres… cuando sea mayor y tenga cuatro o cinco años ya veremos… Eso sí, otras veces me puse cabezota para que se adaptaran a mi ritmo e hiciéramos lo que me gusta a mí.
Decidimos ir Francia, cosas de mi madre que lleva un tiempo pesada con Francia. Elegimos Toulouse como base de operaciones, nos alojamos en un aparthotel muy chulo y a buen precio. Dicen que lo hacen por mí, porque así, al tener cocina, no tienen que salir a cenar fuera, lo que me despertaría (soy buena y me acuesto bastante pronto, incluso en vacaciones, así ellos tienen un ratito para ellos mismos, lo dicho, luego dirán que los hijos no se sacrifican por los padres…), pero yo creo que lo hacen por ellos, porque sale más barato que ir de restaurante cada día
Estuvimos cinco días, el primero fue el del viaje de ida, en el que de camino a Toulouse paramos en Narbonne, donde hay una catedral preciosa. Si en el fondo les voy a tener que dar la razón a mis padres en eso de que les gusten las piedras.
Si queréis saber más de Narbonne, consultad esta página.
Al día siguiente fuimos a Albi, un pueblo medieval que es patrimonio de la Unesco. Nos gustó mucho pero hacía tantísimo calor que no lo pudimos disfrutar. Yo también acusé el calor… llevo meses reafirmando mi independencia y solo quiero andar y andar, nada de mochila, nada de fular, nada de mei tai y mucho menos nada de carro. Pero estaba tan cansada que hasta me dejé llevar por mi madre en el mei.
Si vais a Albi y la temperatura no llega a los 38-40º os puede gustar la catedral, el palacio de la Berbie, donde está el museo de Toulouse-Lautrec y sobretodo callejear por el casco antiguo. Aquí encontraréis más ideas.
El tercer día nos quedamos en Toulouse, una ciudad que ofrece muchas cosas interesantes. Mis padres, como no, quisieron visitar la catedral y otras iglesias (yo ya había aprendido la lección, en las iglesias se debe hablar flojito, así que cuando entraba en una me ponía un dedo delante de la boca, indicando que debíamos estar callados. Les hacía mucha gracia, es tan fácil hacerles felices…). También hay varios museos, un zoo, un tren turístico, la cité de l’espace, el museo del Airbus y la aeronáutica y algo que me gustó mucho: cruceros en el Garona. Era la primera vez que iba en barco y pasamos por esclusas y en cosa de poco más de un minuto, al abrir la esclusa, el barco subió unos diez metros. Guau!.
Aquí podéis tomar más ideas para visitar Toulouse.
El cuarto día nos gustó tanto a mis padres como a mí, vimos piedras pero eran más emocionantes porque eran de un castillo! Y no uno cualquiera, era un castillo cátaro: subimos al castillo de Foix. Parece poco pero desde el pueblo hasta arriba hay un buen camino, para aventureros como yo no es nada pero para bebés más pequeños puede ser un problema si sus papis deciden llevarles en carrito… ¡qué traqueteo! Yo subí andando, aunque en algunos tramos me dejé llevar en brazos y, ya arriba, me abracé un buen rato a mami en nuestro mei, pero porque a ella le hacía ilusión, ¿eh?, no porque yo estuviera cansada.
De vuelta a Toulouse paramos en Mirepoix, un pueblo medieval que mi madre ya conocía y le hacía ilusión que los visitáramos juntos.
Y ya el último día… qué pena tener que volver, pero mi madre tenía reservado algo especial como despedida. De vuelta a casa paramos en la Cité de Carcassonne, más castillo, más almenas, un puente levadizo, era genial todo, lástima que siempre hay mucha gente. Paseamos, recorrimos las murallas, subí a un montón de piedras, corrí y me persiguieron, comimos, volvimos a pasear y al final hubo que volver al coche para ir a casa. No quería, me lo había pasado bien viajando, pero en casa me esperaban el parque con el tobogán, mis juguetes y mis cuentos… tampoco era mal plan.
Mami, de soltera, antes de conocer a papi, ya había estado en Carcassonne y se había alojado dentro de la Cité, en el albergue y dice (lo repite constantemente, qué pesada) que es una maravilla cuando llega el momento que los turistas se retiran y solo quedan unas pocas personas por la Cité, entonces pasear por las murallas tiene otro encanto y las cenas en cualquier restaurante, tocando esas piedras históricas, son una maravilla.
Aquí tenéis información de Carcassonne:
¿He dicho antes que el aparthotel tenía piscina? Dicen que también lo hicieron por mí, pero anda que no les gustaba a ellos bajar un rato al volver, cansados y acalorados de todo el día. Claro que igual, pobres, no se relajaron demasiado, la piscina cubría demasiado, incluso para un adulto, y yo me ponía extremadamente hiperactiva en la piscina, así que mucha tregua no les daba!!
Y esto es todo, resumido y con unas pocas fotos que he seleccionado, aunque en realidad me gustan todas, ha sido difícil seleccionarlas, vi muchas cosas nuevas y, algún día, cuando sea mayor, igual vuelvo y soy yo la que lleva a sus hijos en un fular por las calles empedradas.
Raquel García
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