- Espere, por favor...
Las playas del Caribe Mexicano son mundialmente conocidas por sus aguas cristalinas de color azul turquesa y su finísima arena blanca, que nunca llega a calentarse tanto como para no poder pasear y jugar en ella incluso en las horas críticas de sol. Mi marido, Vicente, mis hijos, David (de 10 años) y Diego (de 8 años) y yo, llevamos aventurándonos en estas playas desde que llegamos a este país, hace 7 años, y podemos decir, sin lugar a dudas, que éste es nuestro rincón favorito de México. Pero para que sea un destino diferente a lo que tenemos en España, recomendamos que os atrevais a pasar de largo Cancún y Playa del Carmen, y os aventuréis más al sur… hacia Tulum y más allá, donde los hoteles todavía son cabañas sobre la arena.
A pesar de las malas noticias que se escuchan continuamente sobre México, viajar por este país es seguro, siempre que se tomen las precauciones debidas, como en cualquier otro país del mundo.
Al final encontraréis una serie de tips que esperamos te ayuden en tu viaje. Una vez ya preparados ¿vamos allá?
Cuando unos amigos nos propusieron volar en avioneta, desde Cancún, a una isla caribeña paradisíaca, del norte de la península de Yucatán, para ver y nadar con los tiburones ballena, nos pareció la aventura más increíble que pudiéramos realizar. Llevábamos un año viviendo en la capital mexicana y ya habíamos visitado Playa del Carmen, en la Riviera Maya, y otros lugares del interior del país. Pero ver a los animales en vivo y en directo, todavía no nos había tocado. Así que la pregunta fue: ¿realmente se puede…nadar con un tiburón ballena?
A Holbox, este paraíso en la tierra, con calles de fina arena, rodeada de un mar color verde esmeralda, se puede ir en lancha o ferry desde el puerto de Chiquilá, al norte del Estado de Quintana Roo, y de ahí unos 20 minutos por mar hasta Holbox o volar en avioneta desde Cancún, si el presupuesto lo permite, y disfrutar de un paisaje de selva yucateca interminable y del espectáculo de flamencos rosados, si es temporada, al llegar a la isla.
El medio de transporte en Holbox son los carritos de golf, las bicicletas y a pie. Está lleno de hoteles pequeños, para todos los gustos y bolsillos, y de tienditas caribeñas. En la plaza principal se concentran casi todos los restaurantes del pueblo. Ideal para la cena. En esta tierra el hit es el pescado y el marisco. ¡Hasta hay pizza de langosta! (según la temporada).
Para comer, recomendamos los restaurantes a pie de playa, donde puedes alegrarte el alma con un buen pescadito fresco del día, mientras tus niños están jugando en el agua sin más peligro para ellos que el fuerte sol del medio día. En la isla venden protectores solares biodegradables. De hecho, por toda la costa caribeña puedes encontrar estos protectores amigables con el medio ambiente.
En el hotel te darán información de todas las excursiones que quieras: avistamiento del tiburón ballena, flamencos rosas, aves y cocodrilos, increíbles paseos a caballo, visita al Ojo de agua Yalahau o a la isla de la Pasión.
La época de avistamiento del tiburón ballena es de mediados de junio a septiembre. Este pez tiene un cuerpo masivo y alargado que puede llegar hasta los 14 metros. Como tiene un movimiento de nado lento y muy cercano a la superficie, es posible nadar con él y tocarlo sin que se inmute. ¡Una experiencia inolvidable! Si tenéis suerte, en el trayecto también se pueden ver mantarrayas de enormes proporciones.
Nos levantamos tempranito, desayunamos y vamos en coche por la carretera de Bocapaila hacia la entrada de la Reserva de la Biosfera de Sian Ka’an. Nos cuesta la entrada 31 pesos por persona, sea niño o adulto, y nos dicen que el centro de visitantes está en reparación. La torre-mirador desde la que se podía admirar la gran laguna corriendo paralela al mar, ya no es segura y la están remodelando.
Para acceder a la playa te piden 20 pesos por persona (aunque se supone que las playas son federales y, por tanto, públicas), así que decidimos dar media vuelta e ir por otro lugar. Desandamos el camino y llegamos al pueblo de Tulum. Desde allí, carretera dirección a Mahahual hasta Muyil, a unos 20 km. Pasas un sitio arqueológico, donde preguntamos por los tours en la laguna. “Siga derecho y a unos 10 metros del segundo tope, a la izquierda por una pista de tierra”. Aquí en Yucatán todo es así. Sólo lo más turístico está indicado, así que hay que preguntar a los lugareños para no perderte lo mejor.
Llegamos. Hay tres coches, dos casetas de madera (una de ellas son los sanitarios) y varios guías a la sombra. Se nos acerca uno que apenas habla español (en estos parajes se habla, sobre todo, maya). Negociamos tour y precio y nos vamos en lancha. Dos horas de tour, recorrido por dos de las lagunas, un canal natural y otro artificial (construido por los mayas para el comercio) y chapuzón en el gran canal, de 11 km de longitud, dejándote llevar por la corriente durante 1 km.
El guía nos advierte de las diferentes formas de llevar el chaleco salvavidas para que sea más divertido y nos quedamos con la de pañal, así vas sentado, dejándote llevar y admirando el paisaje de los manglares rojos y algunas especies de orquídeas. Por aquí no se puede caminar, todo es pantano, pero de repente se ve un petén aquí y otro allá.
Sija’an Ti Ka’an, en maya no occidentalizado, significa “nacido del cielo” o “regalo del cielo”. Es Reserva de la Biosfera desde enero de 1986 y Patrimonio de la Humanidad desde 1987. Forma parte del programa “El hombre en la Biosfera” cuyo reto es integrar actividades humanas sin dañar el ecosistema y cualquier forma de vida dentro de sus 969 mil hectáreas.
Yendo por un lado o por el otro, vale la pena visitarlo y realizar alguna de las actividades: paseos en kayak, pesca, avistamiento de aves y animales (manatís, pico de espátula, ibis rosado, águilas pescadoras, garzas o pelícanos), chapuzón en el estuario del río bocapaila,… o simplemente, acercarte a la laguna y empaparte de tranquilidad mientras contemplas un paisaje nacido del cielo.
El año pasado todavía podías nadar por tu cuenta en las playas de Akumal, acercarte a la barrera de coral y nadar con las tortugas verdes o de carey y ver los miles de pececitos de colores y cómo se alimentan las mantarrayas de las algas marinas que se quedan en el fondo del mar.
A partir de junio de este año, todo cambió. Con el fin de preservar la barrera de coral (por lo visto la gente la dañaba sin querer al intentar agarrarse a ella) ya no se puede ir hasta allí si no es con un guía. Esto da de comer a la gente local y además intenta salvaguardar, de alguna manera, la fauna que vive alrededor de la barrera.
En cualquier caso, ya íbamos pensando en el gasto del alquiler de chalecos salvavidas, que aunque no obligatorio, sí muy aconsejable tanto para niños como para adultos, aunque seas muy buen nadador. Así que, por un poco más, contratamos chalecos, aletas (las gafas de esnorquel las compramos hace unos años en Acuatic Tulum, lugar muy recomendable por la buena calidad del material y el buen precio) y guía, que además lleva una tabla, de la que se cuelga Diego, a los 15 minutos de comenzar el recorrido porque, dice, está cansado.
Vemos varias tortugas (verdes y carey, jóvenes y adultas), mantarrayas, barracudas, una langosta enorme metida en su casita, un pepino de mar y muchos peces de colores. Nos emociona cuando la tortuga sube a respirar. Mientras está comiendo, ni se da cuenta de que ahí estamos, en la superficie, mirándola. Pero de repente sube a nuestro mundo. Nos mira por una décima de segundo y se sumerge de nuevo. Con dos aletazos ya nos deja atrás, sin darnos tiempo para seguirla, pero con la sonrisa pegada a la boca.
Se acaba el tiempo y nos vamos a una zona donde puedes nadar libremente. Buscamos una sombra donde poner nuestras toallas, pero todas las palmeras están “ocupadas”. Mala suerte. De nuevo llegamos tarde. Aunque sólo está a 20 km de Tulum, nunca logramos llegar tempranito. La zona de nado “libre” está limitada por unas boyas blancas, pero como las tortugas no saben de esos límites, se cuelan y volvemos a verlas.
Rojos como cangrejos a pesar del protector solar, caminamos hacia el restaurante La cueva del pescador, que aunque no tiene vistas al mar, nos lo ha recomendado nuestro guía Ulises. En la terraza encontramos una mesa donde sopla el viento y nos pedimos los acostumbrados tacos de camarón (gambas) y de pescado. Esta vez también pedimos ceviche mixto (pulpo, pescado y camarones) y un pescadito del día asado. Todo está buenísimo y a muy buen precio. Todavía quedan rincones como éste. Un minuto de silencio y escuchas a tu alrededor inglés, francés, italiano y español. Es la torre de babel encarnada en una pequeña franja de playa. Así es Akumal!.
En la península de Yucatán hay muchos yacimientos arqueológicos mayas que visitar, y cada uno tiene algo especial por lo que será recordado. El encanto de Cobá es, sin duda alguna, que puedes visitarlo en bicicleta.
El poder adentrarnos en este transporte (que alquilas por 45 pesos cada una, al día, de entre cientos de bicicletas para todos los gustos y tamaños), entre la selva, y ver aquí y allá pirámides y estelas, nos ayudó mucho a dimensionar esta urbe, que en su apogeo (del 200 al 600 d.C.) llegó a tener hasta 50 mil habitantes, desplegados en 70-80 km cuadrados.
En la actualidad, sólo tres centros arqueológicos han podido recuperarse por falta de presupuesto. Entre ellos la magnífica pirámide de Nohoch Mul, de 42 metros de altura. Cuando llegamos a la cima, necesitamos aire para recuperar el resuello, así que nos desplazamos hasta el lateral, donde corre el viento, y por fin podemos respirar.
Miramos al horizonte y todo es selva, interminable, inacabable selva. Miramos hacia abajo, vértigo. La gente baja agarrada de una cuerda dispuesta para ello o sentada. Los niños, como son de goma, van saltando bajo mi mirada atenta y aterrada, pero así son los niños, así que me concentro mejor en mi propia capacidad para no rodar.
Cobá está situada entre 5 lagos, que fueron fundamentales para el desarrollo y el comercio de esta ciudad, así que preguntamos si podemos ver alguno, y sí, “en el cruce entre el segundo y el tercer centro arqueológico, a 10 metros a la izquierda hay un senderito de tierra. Por allí se llega al más cercano. Pero cuidado con los cocodrilos”. Eso nos pasa por preguntar. Diego quiere ver a toda costa los cocodrilos. David, más prudente, cuando llegamos a 5 metros de la orilla, nos hace parar a todos. Nos hacemos fotos, celebramos el viento de la laguna, y nos regresamos al calor bochornoso de la selva y a seguir rodando. Clica aquí para saber más sobre Coba y sus alrededores.
A tan sólo 4 km de Tulum, en dirección a Playa del Carmen y Cancún, se encuentra este maravilloso cenote en el que puedes nadar y bucear y, si te gusta y rentas equipo, explorar entre sus cavidades.
La península de Yucatán está llena de cuevas subterráneas y de cenotes (del maya dzonoot, que significa: hoyo con agua). Éstos son, en la mayoría de los casos, ensanchamientos de complejas redes fluviales subterráneas, donde se unen el agua dulce en la superficie con el agua salada en lo más profundo. Muchos de ellos se encuentran subterráneos o en gruta y son tan profundos que no puedes ver el fondo y otros, como el Casa Cenote, están a cielo abierto y los niños pueden bucear libremente sin miedo, o pasearse por ellos en kayak.
Cuando llegamos, después de pasar el día en la playa de Akumal, están ya a punto de cerrar, pero aquí son muy tranquilos y por 50 pesos el encargado nos deja pasar a los cuatro y quedarnos una hora. La camioneta de al lado está recogiendo sus botellas de oxígeno y trajes de buceo, mientras nosotros nos cambiamos rápidamente de traje de baño y cogemos nuestras gafas de esnorquel.
A este cenote no viene mucha gente y por sus condiciones es perfecto para el entrenamiento de buceo y exploración de cuevas subterráneas, pues se ha demostrado la interconexión entre los cenotes y entre éstos y el mar.
Por la mañana, el agua está congelada, pero ahora en la tarde, la temperatura es perfecta. Dejamos atrás a una familia completa de lugareños, nadando como si de alberca o piscina se tratara, y nos vamos a explorar. No haces pie en ningún momento, así que para descansar hay que agarrarse de las raíces de los mangles. El agua es totalmente cristalina y se pueden ver los colores de los peces. Este cenote tiene unos 250 metros de longitud y todo él es a cielo abierto, siendo considerado por ello un cenote ya maduro, pues colapsó la cúpula que lo encerraba.
Cuando nos marchamos, caminamos 20 metros hacia el mar. Ya en la orilla se pueden ver los círculos que forma la salida del agua de los cenotes en la superficie del mar. ¡Qué increíble! Puedes consultar en este enlace un completo listado de cenotes.
Al sur del Estado Mexicano de Quintana Roo, casi frontera con Belice, se encuentra una de las lagunas más extensas de México: la laguna de Bacalar con unos 60 km de longitud y 2 de ancho, que corre paralela a la costa caribeña. Sobre su costa occidental se sitúan el pueblo de Bacalar, algunos hoteles y comunidades más pequeñas.
La Laguna de Bacalar se ubica a 45 km al norte de Chetumal. Se puede llegar en avión hasta esta ciudad y de ahí en coche, o bien llegar por carretera desde Cancún, Mérida o Campeche.
El Hotel Rancho Encantado mos aloja en una de sus cabañas de madera con vistas al jardín. Nos sorprende ver tres camas, dos individuales y una matrimonial, además de un pequeño frigorífico. Realmente está pensado para familias.
Llegamos, pero la habitación no está disponible todavía. Es uno de nuestros mayores quebraderos de cabeza en toda la costa porque el check in suele ser a las 2 de la tarde y el check out a las 11pm. En algunos lugares se puede negociar la salida, o tienen un servicio para pasar el día (con ducha y toallas incluidas), como en este hotel.
Hace un calor pegajoso y al ver el muelle con sus hamacas, te dan ganas de meterte en el agua dulce de la laguna, de inmediato. Cambio de jeans y tenis, por traje de baño y chanclas en los baños del restaurante tipo palapa, mientras no le quitamos el ojo a una mesita con vistas a la laguna, que nos acogerá la próxima hora y media, a Vicente y a mi, hasta que nos den la habitación. Los niños ya corrieron al muelle para meterse en el agua. Desde allí no se hace pie, así que los clavados (chapuzones) son lo indicado. También puedes entrar en el agua por la orilla, pero mejor llevar zapatos de agua porque hay piedras.
Al día siguiente, contratamos una excursión en lancha. Nos recoge en el hotel y nos vamos bordeando la laguna, surcando sus aguas de diversas tonalidades de azul, viendo el pueblo de Bacalar, el fuerte de San Felipe (construido allí para hacer frente a los piratas ingleses que llegaban de Belice, codiciosos del Palo de tinte o Palo de Campeche, árbol que da un oscuro pigmento muy adecuado para teñir textiles), que hoy alberga el museo de la piratería, el Cenote Azul, el balneario.
Finalmente, en el sur de la laguna, en una parte donde ésta se angosta, nuestro objetivo: los rápidos. La lancha nos deja en el agua y nos recogerá un poco más al norte. Estamos desorientados, pero enseguida sentimos la corriente que nos arrastra y lentamente, tranquilamente y sin esfuerzo, nos dejamos llevar...
Desde Bacalar se pueden visitar los yacimientos arqueológicos que se ubican a un lado y otro de la carretera federal 186, hacia Campeche: Hormiguero, Xpujil, Calakmul, Balam Ku, Río Bec donde se pueden ver familias enteras de monos araña y aulladores, además de otros animales. También hay por ahí una Cueva de Murciélagos, pero esa es otra historia...
Llegar a Xcalak, en la bahía de Chetumal y frontera ya con Belice, es una aventura de por sí. Ningún amigo nuestro había ido, así que tuvimos que hacerle caso a una pareja recién conocida en Bacalar, portugués él y mexicana ella, ambos biólogos marinos, para buscarnos la vida en este pueblito de 250 habitantes.
De antemano no hay supermercados, sólo dos tiendas de abarrotes (comestibles) y una de frutas y verduras, y como esta vez hemos alquilado una casita, “hacemos el súper” en Chetumal, tal y como nos aconsejaron los propietarios, gringos por demás.
La casita se encuentra en el km 9 del camino costero Mahahual-Xcalak. Dejamos atrás hoteles y cabañas, por esta pista de tierra, y llegamos a nuestro destino. Detrás vemos la cabaña de los veladores, así que nos quedamos más tranquilos al saber que no estamos totalmente solos (y es que somos “florecillas de ciudad”, como dice una amiga, y “necesitamos” de la vida social).
Es época baja en este pueblo de pescadores que se rige, aún en lo que al turismo concierne, por la veda de pesca de las diferentes especies de peces y de la langosta. Aún así, hay hoteles abiertos, con sus restaurantes. En algunos lugares la playa es muy buena para las familias con hijos pequeñitos.
Para los más grandes y aventureros, el objetivo es la barrera de coral. Para empezar hay kayaks en la casa, preparados con anclas para no perderlos cuando te bajas del kayak a esnorquelear.
Así que dos veces al día, al menos, nos damos el paseo hasta el arrecife, para descubrir los secretos del mar. En la tarde nos acercamos al pueblo buscando restaurantes y lugareños que nos puedan llevar de paseo al día siguiente. Aquí la vida es el mar: esnorquel, buceo, avistamiento de aves y manatís, pesca, paseos en lancha…pura tranquilidad …libertad… pura vida (como dicen los ticos).
TIPS PARA TU VIAJE AL CARIBE DE MÉXICO
NUNCA tomar agua del grifo. Ni siquiera para lavarse los dientes. Quizás penséis que es demasiada precaución, pero si no tenéis un estómago a prueba de bomba, mejor pecar de precavidos.
NO tomar helados de carritos en la calle. Sólo en los hoteles y restaurantes o en las heladerías del pueblo.
Cuidado con el hielo y el agua de sabor. En México para beber se toma agua mezclada con concentrado de alguna fruta natural (agua de papaya, agua de sandía, agua de jamaica, agua de tamarindo …). Vale la pena probarlas, pero sólo en restaurantes y en los hoteles. Igual que los hielos.
No comer tacos de la calle. Con el calor que hace, mejor esperar a encontrar un restaurante.
La PROPINA en este país es cuasi obligatoria para todo. Realmente, los salarios de meseros (camareros) y empleados del hotel son muy bajos y se completan con las propinas. De esta forma, también la atención se supone que es mejor. Como regla general se añade un 10 % a la cuenta del restaurante u otros servicios, como el Spa, por ejemplo.
Al señor del aeropuerto que te lleva tu equipaje hasta tu coche o al autobús, entre 30 y 50 pesos, dependiendo de cuánto tiempo estuvo con tus maletas principalmente; al chico del hotel que te lleva las maletas desde el coche hasta tu habitación, entre 20 y 30 pesos; a las señoras o señores de la limpieza de tu habitación, entre 50 y 100 pesos diarios.
Se requiere de pasaporte vigente para entrar en territorio mexicano. Si eres nacional de Andorra o España, podrás internarte a México sin necesidad de visa, presentando tu pasaporte y la “Forma Migratoria de Turista”, que puedes obtener en el aeropuerto o en el avión.
Fotos: Vicente Vicent
Textos: Yola García
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